El sueño chino de rejuvenecimiento nacional: evolución acumulativa de la línea político ideológica del Partido Comunista Chino

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Resumen

Desde un enfoque de análisis histórico, este artículo se propone indagar en la noción del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional, la cual toma estado público en el año 2012, al ser anunciada por el entonces secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping. Se buscará analizar la genealogía histórica por la que está compuesto el concepto del Sueño Chino, tomando como punto de partida el siglo de la humillación y culminando en la actual situación de preponderancia a nivel mundial en la que se encuentra la República Popular China. Este artículo se apoya en una estrategia metodológica cualitativa y exploratoria, articulando perspectivas teóricas y metodológicas provenientes de la historia, la sociología y las relaciones internacionales.

Palabras Clave

Partido Comunista Chino | Historiografía china | Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional | Xi Jinping

Introducción

El Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional tomó estado público en el año 2012, cuando fue presentado por el entonces secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping. El anuncio se expresó en los siguientes términos: “Este sueño encarna la esperanza largamente acariciada por varias generaciones del pueblo chino, da expresión a los intereses generales de la nación china y del pueblo chino, y representa la aspiración compartida de todos los hijos e hijas de la nación china” (Xi, 2014, p.57).

La mencionada idea- noción representa el leitmotiv de la quinta generación de dirigentes que gobiernan desde el año 2013 la República Popular China (RPCh), bajo el liderazgo de Xi Jinping. Al respecto de su relevancia, Santillán (2017) sostiene que “tras la inauguración de cada Congreso del PCCh, lo que ocurre es una sistematización de la orientación política vigente en un leitmotiv que es acumulado como aporte teórico del presidente saliente a los principios-guía del Partido” (p.194). En ese sentido, desde el año 1949 a la fecha, se dieron diferentes aportes teóricos que guiaron a la RPCh bajo el liderazgo sostenido del PCCh.

A tal efecto, la premisa que guiará este artículo discurre en la búsqueda de la compresión histórica del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional. A fin de realizar un aporte al estado en cuestión, se establecerán tres apartados que nos permitirán entender la genealogía histórica en la cual está impreso el leitmotiv esbozado por Xi Jinping. En el primer apartado, se abordará la dialéctica entre el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y el siglo de la humillación; en un segundo apartado, se tratará el rol central que tuvo el PCCh en el fin del siglo de la humillación y el nacimiento de la actual RPCh. En el tercer apartado, se analizará el período histórico contemporáneo que tiene como protagonista a Xi Jinping, y la connotación alrededor del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional. Finalmente, se presentarán las conclusiones de este estudio.

1. El Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y su dialéctica con el siglo de la humillación

La centralidad de la historia para el PCCh está arraigada en la importancia que le imprimió tanto el marxismo leninismo como el confucianismo. En palabras de Malena (2010), “la tendencia del confucianismo y del marxismo de explicar y justificar la política en términos de principios históricos posiblemente contribuyó en el bosquejo de las diversas posturas que en materia internacional abrazó la RPCh” (p.46). Diversos autores (Girado, 2021; Rosales, 2020; Santillán, 2017) han trabajado sobre la centralidad de la historia en China a la hora de analizar la praxis política del PCCh.

Por lo cual, en la búsqueda de comprender la dimensión histórica del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional, como parte del imaginario social (Castoradis, 1989) que gira alrededor del mismo, en una primera instancia nos posicionaremos en el llamado “siglo de la humillación” para entender la narrativa propuesta por la quinta generación de dirigentes que gobierna actualmente la RPCh. En ese sentido, entendemos por imaginarios sociales, el conjunto de significaciones por las cuales las sociedades instituyen marcos de sentido a sus acciones (Castoriadis, 1989). A tal efecto, se toman en consideración las palabras de Xi (2014) “el pasado, el presente y el futuro están todos interconectados. La historia es sobre el pasado, mientras que el presente es la historia del futuro” (p.87). En este plano, para Baczko (1991), “el imaginario social es una de las fuerzas reguladoras de la vida colectiva” (p.28), con lo cual, es a través de los imaginarios sociales que se resignifica el pasado y se proyecta un futuro.

Al respecto, subdividiendo las dimensiones de análisis del leitmotiv en cuestión, y tomando su primera parte “Sueño Chino”, el mismo está compuesto por una preposición a futuro. La segunda parte, “Rejuvenecimiento Nacional”, cuenta con un arraigo histórico de connotación nacionalista aludido oportunamente por Sun Yat-sen, Deng Xiaoping y Jiang Zemin (Santillán, 2017). De este modo, Wang (2014) señala la existencia de una continuidad por parte de Xi Jinping respecto de la revitalización de la narrativa del “siglo de la humillación” (1839-1949), apelando a la resonancia histórica en la memoria colectiva de la población. Siguiendo a este autor, este acervo histórico, a excepción de Mao Zedong, fue utilizado por Sun Yet-sen, Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek), Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao.

La connotación alrededor del siglo de la humillación (1839- 1949) cuenta con una confluencia de situaciones que serán abordadas a continuación: la preminencia de China en el orden mundial, la decadencia imperial y la pérdida de soberanía.

Hasta inicios del siglo XX, China era un imperio con una trayectoria histórica de más de 3.500 años que se autodefinía como “el reino del medio”, desde una cosmovisión sinocéntrica del mundo. La explicación de esta autopercepción contiene distintas dimensiones; para Kissinger (2012) desde una dimensión geográfica, “la amplitud y variedad de su territorio reafirmaba la idea de que China era un mundo en sí, que mantenía una concepción del emperador como figura de trascendencia universal, que presidía el Tianxia, o Todo bajo el Cielo” (p.10). Desde la perspectiva de Malena (2010), “esta nación fue una de las pocas unidades políticas que en la historia premoderna alcanzó el rango de imperial. Si se considera su duración en el tiempo, extensión territorial, relevancia de sus logros culturales y científico técnicos” (p.47). Rosales (2020), abordando una dimensión económica, sostiene que “durante dieciocho de los últimos veinte siglos, China representó un porcentaje del producto interno bruto (PIB) mundial mayor que el de cualquier sociedad occidental” (p.27).

En cuanto a la decadencia imperial, que se produce bajo el último período de gobierno de la dinastía Qing (1644-1911), Gernet (1999) sostiene que “a finales del reinado de Qianlong y a principios del siglo XIX aparecen síntomas inquietantes de una degradación del estado y del equilibrio social” (p.471). A su vez, las élites políticas chinas, sumergidas bajo una visión sinocéntrica del mundo, no supieron dimensionar el grado desarrollo con el que contaban las potencias europeas, las cuales estaban siendo parte (principalmente Gran Bretaña) de un proceso que significó un punto de inflexión para la historia global como fue la Revolución Industrial y el salto hacia la estrategia imperialista en Asia a fines del siglo XIX.

La característica principal que se produjo a lo largo del siglo de la humillación involucró la pérdida de soberanía, producto de la superioridad militar de los distintos países que enfrentaron a China (Rusia, las potencias occidentales, el imperio japonés) y se vio plasmado a lo largo de este período a través de la firma de tratados desiguales y la pérdida de territorio y legitimidad por parte de la dinastía Qing.

Los tratados desiguales fueron consecuencia del derrotero de China en el campo de batalla. En ese sentido, el enfrentamiento más emblemático, por dar inicio al siglo de la humillación, fue la primera guerra del Opio (1840-1841). En este enfrentamiento, la dinastía Qing fue obligada, en términos prácticos, a ser parte de la lógica comercial que imperaba en el resto del mundo, dirigida por potencias europeas con incipientes industrias que pregonaban el libre comercio. En palabras de Kissinger (2012) “En China, el libre comercio, las embajadas permanentes y la igualdad soberana —en aquellos momentos, los derechos mínimos de los que disfrutaban los europeos prácticamente en todos los rincones del mundo— eran prácticas inauditas” (p.22). No obstante, el detonante de la primera guerra giró alrededor de la libre comercialización del opio, ya que los mercaderes ingleses pretendían seguir comercializando este producto en China, y la dinastía Qing se opuso debido a sus nocivas consecuencias sociales y económicas.

A la altura de la década de 1830 el número de adictos en China ya alcanzaba los dos millones de personas. Pero ese era solo el primero de los males acarreados por la droga. El segundo y tal vez el más grave de los daños que el opio estaba causando al Imperio Qing era el agotamiento de las reservas de plata del Estado, pues con ello se socavaba la estabilidad socioeconómica del país (Ramírez Ruiz, 2018, p.50).

La negativa de la dinastía Qing a los mercaderes británicos desencadenó una serie de enfrentamientos menores que fueron escalando hasta provocar el enfrentamiento con la corona inglesa, lo que culminó con la derrota militar de China y la posterior firma del primer tratado desigual: el tratado de Nanjing (1842). El mismo consistía en una imposición de Gran Bretaña sobre China de aperturas comerciales de los puertos de Amoy, Cantón, Foochow, Ningpo y Shanghai con una reducción de la tarifa aduanera; cesión de la isla de Hong Kong; pago de una indemnización de 21 millones de dólares plata; abolición del monopolio comercial del Cohong, y concesión de la cláusula de nación más favorecida al imperio inglés (Fairbank y Liu, 1980).

El tratado de Nanjing marcó un precedente al respecto de la vinculación de China con las demás potencias, “los tratados considerados en un primer momento como una concesión temporal, inauguraron un proceso a través del cual la corte Qing perdió el control general de la política comercial y exterior de China” (Kissinger, 2012, p.26). Esta situación dio inicio a una serie de tratados a los que la dinastía Qing se vio obligada a firmar con las potencias occidentales: el tratado Huangpu con Francia y el de Wangxi con los Estados Unidos, ambos firmados en 1844. Ante la pérdida de soberanía en manos de las potencias europeas, y como consecuencia el debilitamiento y crisis de legitimación interno de la dinastía, se produjeron distintas rebeliones campesinas, de menor envergadura como fue el caso de la rebelión Nian (1851- 1868) y de mayor preponderancia como el caso de la rebelión Taiping (1850-1864), que llevó a la dinastía manchú a perder el control en partes del sur y centro de China.

Desde la década del 1850, la decadencia de China era una tendencia percibida por el resto de las potencias industriales. En esa coyuntura se produjo la segunda guerra del Opio (1856-1860), en esta oportunidad contra tropas de Gran Bretaña y Francia, que trajo como consecuencia el tratado de Tianjing (1858). La firma de este tratado pronunciaba un potencial neocolonialismo sobre China, al implicar la apertura de nuevos puertos, la libre circulación sobre el río Yangzi, y el derecho otorgado a Gran Bretaña para el establecimiento de una embajada permanente en Pekín.

A partir de la década de 1860, paulatinamente distintas potencias occidentales dieron comienzo a un proceso de anexión del territorio chino: Rusia obtuvo 400.000 kilómetros cuadrados y la instalación de una base naval en el noroeste de China; Francia por su lado tomó Guandong, Tonkin y Annam; Alemania recibió en concesión Qingdao y Gran Bretaña ocupó Birmania (Fairbank y Liu, 1980; Kissinger, 2012). A su vez, un actor central en este período fue Japón que, a diferencia del resto de los países asiáticos, contaba con una historia de subordinación, pero también de resistencia al orden sino céntrico. La primera guerra sino japonesa se produjo en el año 1894, siendo China derrotada, repitiéndose la lógica que venía imperando con las demás potencias: se firmó el tratado de Shimonoseki por el cual China se vio obligada a ceder Taiwán, las Islas de los Pescadores, a pagar una indemnización a Japón por la guerra, perdiendo además la influencia sobre Corea.

Por consiguiente, China concluye el siglo XIX sumergida en una crisis política, como producto de decadencia imperial, reflejada en la falta de legitimidad que se expresó en las distintas rebeliones internas , la divergencia entre los intereses de la población con la corte Qing, y el atraso tecnológico y militar en términos comparativos con las potencias occidentales y Japón. En coincidencia con Gernet (1999) “la explicación a lo que sucedió en esta historia y al trágico destino de China hay que buscarla tanto en el juego combinado de la evolución de las naciones industrializadas y del desarrollo interno como en la trama misma de los acontecimientos” (p.481).

A tal efecto, entendemos que la confluencia de situaciones de índole interno y externo por la vinculación de China con las potencias industrializadas, abordadas en este primer apartado, componen el imaginario construido (Castoriadis, 1989) alrededor del “siglo de la humillación” por parte de la sociedad china y explican la persistencia de su evocación en el discurso y praxis de la quinta generación de dirigentes del PCCh en la actualidad.

2. El partido Comunista y la nueva nación

Desde fines del siglo XIX, la dinastía Qing, realizó una serie de reformas gubernamentales inspiradas en el modelo japonés, las más relevantes ligadas a la educación, buscando recuperar la legitimidad perdida. No obstante, “las reformas eran con toda evidencia un remedio ilusorio en un momento en que el territorio chino era objeto del reparto entre naciones extranjeras, en que la economía china se desplomaba” (Garnet,1999, p. 531). En este sentido, tanto la deuda pública, el pago de indemnizaciones a las potencias extranjeras y los gastos para la modernización del ejército, acentuaban la decadencia del sistema imperial. En palabras de Fairbank (1996), “la dinastía Qing sólo pudo sobrevivir hasta 1912 debido a que no existía régimen alguno que la reemplazara, y a que tanto los chinos como los extranjeros asentados en China prefirieron el orden al caos” (p.159).

A partir del contexto de la primera década del 1900, según Rosales (2020), se va gestando “un movimiento anti dinastía entre exiliados, emigrados y estudiantes chinos en el extranjero, con Sun Yat-sen como principal figura” (p.35). Por lo cual, entendemos que esta concatenación de hechos históricos da lugar al surgimiento de un nacionalismo chino compuesto por un grupo de intelectuales referenciados en Sun Yat-sen, una incipiente burguesía china y sectores de las nuevas fuerzas armadas. En coincidencia con Anguiano Roch (2010), sobre la emergencia de este fenómeno, “los nacionalistas tomaban sus ideas de modernización de Occidente y de Japón: republicanismo y democracia, junto con modelos diversos de industrialización y desarrollo bélico” (p.256).

En efecto, el 1 de enero de 1912 fue proclamada la República de China, poniendo fin a la dinastía Qing (1662-1911). En primera instancia, fue proclamado presidente provisional Sun Yat-sen, pero al asumir y consciente de la inestabilidad en las correlaciones de fuerza, delega el poder institucional a Yuan Shikai, un ex general del Imperio con influencia en jefe militares de las provincias del norte. Vale decir que su ascensión se dio, además, con el apoyo de las potencias extranjeras, bajo la promesa de no afectar sus intereses.

A su vez, distintos actores anti dinásticos, avanzaron en un acuerdo, que consistía en que parte de la población concurriese a votar para la creación de una asamblea constituyente. Este incipiente intento con “características democráticas” se vio frustrado al poco tiempo por las ambiciones autocráticas de Yuan Shikai (Ceinos, 2006).

El nacimiento del PCCh en el año 1921, fue producto del encuentro de distintos caminos que confluyeron en esta instancia: la emergencia de sociedades de estudio desde finales del siglo XIX , los vínculos personales y políticos de los fundadores del partido, y la decadencia en la cual se encontraba China. En palabras de Santillán

La constitución del PCCh obedece a la interacción entre las dinámicas propias de la cultura política china y la creciente agresión externa a la que el país estuvo expuesto desde 1839, a partir del hito constituido por la Primera Guerra del Opio. En este sentido, para 1921 resultó evidente para algunos miembros de la intelectualidad china que el comunismo era el único expediente viable para la supervivencia del país y que, por lo tanto, esa supervivencia implicaba una profunda regeneración de las estructuras políticas e intelectuales (Santillán, 2021, p.19).

En este plano, entendemos que el contexto previo a la fundación del PCCh, y en particular las exigencias del imperio japonés a través de las 21 demandas , y los sucesos del 4 de mayo de 1919 , son parte central de la narrativa historiográfica de los fundadores del partido, y principalmente pasa a ser representativa para un sector amplio de la sociedad china. A su vez, en coincidencia con Gernet (1999), “en esta época parece haberse producido ante todo un profundo corte generacional. El movimiento lo desencadenan y dirigen la juventud de las escuelas y los estudiantes que han regresado del extranjero” (p.570).

Ya en el año 1922, se produce el primer “Frente Unido”, una alianza táctica entre el PCCh y el Guomindang (GMD), para enfrentar a los denominados “Señores de la guerra” de las distintas provincias. Esta alianza fue promovida por el Komintern , como parte de la estrategia de Moscú, que consistía no solo en colaborar con la “revolución nacionalista”, sino además “desarrollar el Partido Comunista Chino y situarlo en una posición estratégica al interior del GMD que le permitiera a la larga asumir el control” (Fairbank 1996, p.187).

Ambos partidos tenían por entonces un objetivo en común que consistía en la lucha contra el imperialismo japonés y los Señores de la guerra. Este proceso de “alianza táctica” culminó ante la traición del acuerdo por parte de Chiang Kai-shek en el año 1927, lo que dio comienzo al enfrentamiento abierto entre el GMD y el PCCh.

El quiebre del Frente Unido tuvo como resultado el avance en distintos territorios por parte del GMD y un repliegue del PCCh. Esta situación decantó en la “larga marcha” (1934- 1935), en la cual alrededor de 100.000 personas emprendieron un viaje a pie desde el sur al norte de China, de las cuales solo consiguió llegar el 10%, recorriendo aproximadamente 12.500 kilómetros, escapando de las fuerzas de Chiang Kai-shek, hasta llegar a Yan´an en la provincia de Shanxi. Esta epopeya reafirmó a Mao como líder del partido, y como miembro titular del Comité permanente del buró político, órgano supremo del partido.

El resurgimiento del Frente Unido entre el GMD y PCCh en el año 1937 se dio con motivo de las presiones provenientes de la Unión Soviética y la necesidad de enfrentar al imperio japonés lo que desató la segunda guerra sino japonesa (1937- 1945). Esta guerra se vio enmarcada dentro de la Segunda Guerra Mundial, y con la culminación de la misma, la China comandada por Chiang Kai-shek quedo posicionada en un lugar relevante (entre las cinco potencias vencedoras), siendo parte de lo que sería el futuro Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, junto a EEUU, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética.

Con el fin del imperialismo japonés en territorio chino, sobrevino la guerra civil entre nacionalistas y comunistas (1945-1949). Estados Unidos, ya en su nueva condición de potencia, vio frustrados sus intentos de acercar posiciones entre los dos bandos en pugna. En cuanto al PCCh, bajo el liderazgo de Mao, con el correr del tiempo se afirmaba en su legitimación política y conseguía tanto el apoyo de los campesinos como de los trabajadores urbanos. La guerra civil duró cuatro años en los que sucedieron cruentos enfrentamientos entre GMD y el PCCh, con una resolución a favor de los comunistas, dando lugar al establecimiento de la República Popular China y al exilio de Chiang Kai-shek y partidarios del GMD a Taiwán.

A partir de este breve recorrido, podemos advertir que la irrupción del PCCh en la historia de China se da bajo el contexto del “Siglo de la Humillación”. Este punto de partida es la constatación de los desafíos por los cuales atravesó el PCCh para fortalecer su propia legitimidad y dejar atrás los tiempos oprobiosos. Al respecto, para Li Qinggang

El PCCh dirigió al pueblo chino en la destrucción de la dominación reaccionaria del Kuomitang y estableció una nueva China, ganando así en legitimidad y autoridad para la aplicación de su poder político a través de la revolución. El liderazgo del PCCh es la opción histórica y la elección del pueblo (Li, 2020, p. 20).

Ahora bien, siguiendo esta línea, el devenir por el cual el PCCh transitó fue de una estrategia urbana hacia una estrategia de movilización en áreas rurales, se produjo la “larga marcha”, la guerra contra el imperio japonés y finalmente la guerra civil. Es en este proceso donde la figura de Mao se fue fortaleciendo dentro partido, ratificando su liderazgo y se dio inicio al proceso de sinificación del marxismo. Entendemos, que “el pensamiento de Mao Zedong”, pasó a ser la ideología guía del partido y a su vez, frente a la concatenación de los hechos mencionados en este apartado, se convirtió en representativo de la sociedad en su conjunto.

Como parte del proceso de sinificación del marxismo, siguiendo a Fairbank (1996) el marxismo se encontró frente a la problemática terminológica en dos palabras centrales a nivel discursivo: proletariado (wuchan jieji) y feudalismo (fengjian) . Ambos conceptos, en su traducción al chino y en su connotación práctica, dificultaban el discurso marxista a la hora de referirse a la realidad china. No obstante, esta disyuntiva terminológica, en coincidencia con Fairbank (1996)

El último factor que contribuyó a la sinificación del marxismo fue el avasallador sentimiento nacionalista chino, basado en un orgullo cultural e histórico que se traducía en que China no podría quedar subordinada a una doctrina extranjera. En efecto, el pueblo chino solamente aceptaría un marxismo chino (p.212).

Desde la perspectiva de Gernet (1999), el materialismo dialéctico propuesto por el marxismo, encontró similitudes con la “gran armonía” de la escuela de Gongyang, expresada por el intelectual reformista Kang Youwei. En este sentido, tanto la abolición de la propiedad privada, el discurso igualitarista, como la búsqueda de solidaridad, también tenían antecedentes en la historia de los levantamientos campesinos en China, ya que estas prácticas fueron llevadas a cabo por los Taiping.

Finalmente, contemplando las diferentes filosofías occidentales, “el marxismo es sin duda la menos alejada de las orientaciones generales del pensamiento chino. Además, el comunismo deja entrever una posibilidad de acción y proporciona un modelo de organización revolucionaria análogo al de las sociedades secretas chinas” (Gernet,1999, p.573). De manera similar, las características en el pensamiento chino de ausencia de dios y en consecuencia de la teología como parte de su singularidad, son otro acercamiento con el materialismo histórico de Marx (Jullien y García, 2006; Cheng, 2002).

3. Xi Jinping: El Sueño Chino de Rejuvenecimiento nacional

La llegada al poder de la primera generación de dirigentes del PCCh en 1949, se produjo bajo el colosal liderazgo de Mao; la ideología que regía en el PCCh, plasmada en la constitución del partido, era el “Pensamiento de Mao Zedong”. Este periodo estuvo signado por la reestructuración del país, la unificación territorial, y en “establecer un estado centralizado fuerte, completar la reforma agraria y abolir las relaciones sociales precapitalistas en el campo y crear las condiciones para el desarrollo de fuerzas productivas modernas” (Cordeiro Pires y Paulino, 2021, p.44).

Con la desaparición física de Mao en el año 1976, se dio inicio a la modernización del país, bajo la conducción de la segunda Generación de dirigentes del partido con Deng Xiaoping como líder . En este plano, “Socialismo con características chinas” es el Leitmotiv anunciado por Deng, basado en una estrategia orientada al desarrollo a través de la apertura económica y una integración con la economía global, lo que se denominó como el “Período de reforma y apertura”, abierto en 1978 y aún vigente.

La tercera Generación de dirigentes fue encabezada por Jiang Zemin, quien estuvo al mando desde el año 1989; su aporte teórico fue la denominada “Teoría de las tres representaciones”. Bajo este liderazgo, el PCCh le dio una impronta inter clasista a su composición partidaria, dejando de lado la lucha de clases. Desde la perspectiva de esta teoría, el PCCh representa a las “fuerzas productivas avanzadas, a la orientación avanzada de la cultura China, y a los intereses de la gran mayoría de la población” (Santillán, 2016, p.39).

En el año 2003, Hu Jintao ascendía a la presidencia como exponente de la cuarta Generación de dirigentes, esbozando como leitmotiv la “Aproximación Científica al Desarrollo”. Desde su inicio se articuló un “discurso centrado en ideas de equilibrio entre el acelerado crecimiento económico y el desarrollo social equitativo, sustentadas en una visión científica del desarrollo” (Villagrán, 2021, p.203). Para Ríos (2018) este aporte teórico “supuso la respuesta a los problemas relacionados con el excesivo consumo de recursos, la grave contaminación medio ambiental y la creciente brecha entre los ricos y los pobres y, por lo tanto, formula la necesidad de cambiar la impronta del modelo” (p.27).

El racconto histórico hasta aquí expuesto nos permite señalar el proceso de la génesis ideológica del PCCh, para situarnos en la llegada de la quinta Generación de dirigentes en el año 2012 liderada por Xi Jinping. El imaginario en torno al “Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional” cuenta con distintas connotaciones. Con fines analíticos y contemplando su interrelación, clasificaremos las distintas dimensiones en las que repercute este imaginario, considerando tanto la política interna como la externa.

En primer lugar, en cuanto a la dimensión que repercute en la política interna, desde un análisis socio económico se posiciona al “Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional” en el lugar de un significante, en el que la sociedad China deposita esperanzas y el anhelo de un futuro próspero. Este sueño es representado a través de una concepción del buen vivir a partir de la posibilidad de vivir en una ciudad, con mejoras en los servicios públicos, seguridad social y un entorno ecológico, sustentado a su vez por los progresos vividos en los últimos 30 años (Zhao, 2013). En ese sentido, Wang (2010) distingue la emergencia de la clase media en la RPCh y su proyección hacia un futuro próspero, en lo que la autora identifica como el “Sueño Chino”, creando un imaginario arraigado en el ascenso social de las últimas décadas y constituyendo por ende un antecedente relevante para la noción expresada luego por Xi Jinping.

En segundo lugar, en cuanto al análisis de la praxis política durante el mandato en curso de Xi Jinping y subrayando la continuidad de la indiscutida prominencia del partido respecto al control estatal y al mensaje ideológico, Li (2015) destaca la existencia de distintas corrientes ideológicas (Liberalismo, neo Autoritarismo, nueva Izquierda, Socialismo democrático, nuevo Confucianismo) que se debaten al interior del partido y por fuera del mismo, principalmente en el campo académico a través del discurso de diversos intelectuales. Al respecto, Mahoney (2014) plantea que el contexto en el cual emerge la narrativa del “Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional” se ve atravesado por la lucha contra la corrupción y la consolidación de Xi Jinping en el poder. Para Ríos (2018), la quinta generación de dirigentes tiene “en marcha un singular proceso de actualización de un sistema político cuyo principal tabú sigue siendo la occidentalización” (p.40). A su vez, del mismo modo que el PCCh supo abordar la crisis con motivo de los sucesos en la plaza de Tiananmen en el año 1989, que se produjo bajo el contexto global del “fin del comunismo”, siguiendo al autor, “Xi Jinping se presenta como el líder capaz de afrontar la reforma integral del sistema político chino que torne invencible la hegemonía del PCCh” (p.40).

Por consiguiente, el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional, como línea política histórica, plasma una continuidad respecto de sus antecesores en el cargo y una proposición a futuro, con objetivos explícitos a lograr: en el año 2021 “una sociedad moderadamente acomodada” en coincidencia con el centenario del partido y en el año 2049 una “nación plenamente desarrollada”, es decir, completar la “modernización socialista”.

En cuanto a la dimensión externa del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional, es menester contextualizar que la situación por la que atravesaba la RPCh, al momento que toma estado público el Leitmotiv esbozado por Xi Jinping en el año 2012, era sumamente auspiciosa, posicionando al país en un lugar preponderante a nivel global. Como consecuencia de su desenvolvimiento económico y de su praxis diplomática, esta situación a su vez se dio junto a un agotamiento del sistema internacional unipolar liderado por los Estados Unidos, vigente desde el año 1989. Ahora bien, ¿el leitmotiv de Xi Jinping viene a reconfigurar el sistema internacional? ¿La RPCh busca una nueva identidad internacional? Santillán (2017) sostiene que “las particularidades históricas son las que precisamente redundan en la emergencia de una potencia global responsable, pacífica y cooperativa que, a partir de la construcción de su propia imagen a través de la realización del Sueño Chino, contribuirá a forjar un mundo armonioso y una gestión ordenada” (Santillán, 2017, p.203). En la misma línea, Jiang (2019) plantea que el concepto “sabiduría China”, esgrimido por Xi Jinping en el año 2016, va en línea con “los cinco principios de coexistencia pacífica” que marcan el pragmatismo de la diplomacia china, en coincidencia de la inexistencia histórica de una imposición cultural por parte de la RPCh hacia otros países.

No obstante, otros autores (Mearsheimer, 2014; Allison, 2017) plantean la perspectiva de un devenir identitario de la RPCh, girando hacia una potencia revisionista. En ese sentido Liu (2015) pone en términos competitivos el vínculo con los EEUU; siguiendo al autor, éste realiza una historización de los países que contaron con hegemonía a lo largo de la historia mundial (Portugal en el siglo XVI, Holanda en el XVII, Inglaterra desde el XVIII al XIX y los EEUU en el XX) y su tesis plantea la posibilidad que la RPCh lidere un mundo multipolar, terminando con la hegemonía vigente de los EEUU.

Ante el ascenso de la RPCh en su incidencia global se da una interlocución con los EEUU, como consecuencia de ser este último la principal potencia a nivel global. Esta situación nos lleva a preguntarnos: ¿se produce una interlocución o analogía entre el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y el Sueño Americano? (Cullen, 2003). Santillán (2017), contemplando las particularidades de las trayectorias histórico-culturales chinas, sostiene que el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional “está construido sobre la imagen del Sueño Americano, en tanto aspiración de la culminación del proceso de modernización actualmente en curso en la RPCh” (p.203). Desde la perspectiva de otros autores (Xin, 2018; Sarani y Mohammad, 2019), además de las disímiles características, connotaciones, asincronismo entre los contextos, la principal diferencia radica en el carácter eminentemente individualista del Sueño Americano en contraposición de la noción colectivista del Sueño Chino.

A modo de integración, en este apartado se pudo analizar en una primera instancia la dimensión interna de la repercusión del imaginario social del Sueño chino, desglosada en un aspecto socioeconómico por un lado y de praxis política por otro. No obstante, este desdoblamiento analítico, ambos aspectos confluyen en la búsqueda de los dos objetivos centenarios del PCCh. Como segunda instancia, se abordó la dimensión de política externa de la RPCh; indagamos al respecto de las intenciones de Xi Jinping de reconfigurar el sistema internacional, y si esto representa la búsqueda de una nueva identidad internacional de la RPCh. Finalmente, se indagó en la interlocución o posible analogía entre los imaginarios, Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y el Sueño Americano.

4. Conclusión

A lo largo de este artículo se realizó un análisis de la composición histórica del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional. Bajo esta premisa, se abordó la dialéctica entre el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y el siglo de la humillación, entendiendo que la persistencia en la narrativa historiográfica del PCCh en torno al siglo de la humillación, es sustentada por un imaginario social arraigado en la sociedad china. A su vez, se trató el rol fundante del PCCh en la RPCh y la sinificacion del marxismo como la síntesis del proceso ideológico atravesado por el PCCh hasta ese entonces. En articulación con esto, la génesis ideológica del PCCh nos posicionó en el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional y sus implicancias tanto para la política interna como la política externa de la RPCh.

Los resultados alcanzados en este trabajo proveen un marco de interpretación para el desarrollo de futuras investigaciones que puedan continuar o ampliar la línea de indagación iniciada respecto de los sistemas simbólicos en los que se apoya el Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional como parte del imaginario que lo concierta. Asimismo, otra línea de investigación posible para profundizar estos resultados está relacionada con la incorporación en el concepto del Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional de elementos filosóficos clásicos arraigados en la tradición del pensamiento confuciano.

A modo de conclusión, contemplando los obstáculos por los que atravesó la sociedad china en los últimos dos siglos, que analizamos de manera pertinente a su historia política, y considerando los distintos desafíos contemporáneos tanto internos como externos que aún restan afrontar, constatamos que ha sido bajo el liderazgo del PCCh que “China se ha puesto de pie”.

Biografía

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Notas

[1] Es menester aclarar que el periodo en cuestión, corresponde a 110 años.

[2] La rebelión de los bóxers (1898-1900) movimiento por el cual sus integrantes se caracterizaban por el dominio del arte marcial y técnicas chamánicas. Fue expresión del descontento de la sociedad china ante la injerencia extranjera.

[3] Sun Yat-sen, de ideas nacionalistas y anti dinásticas, comenzó su carrera política en China, pero cobró mayor relevancia a partir de su estadía en Japón, con la creación de la Sociedad de la Alianza Revolucionaria de China.

[4] Esta emergencia de sociedades de estudio se dio en el contexto formativo del Movimiento de la Nueva Cultura y bajo la influencia de la difusión internacional del comunismo luego de la Revolución rusa de 1917.

[5] Exigencias que impone el imperio japonés a China en búsqueda de convertirla en un protectorado bajo su influencia directa.

[6] Movilizaciones producidas en China y Francia con motivo de las condiciones del tratado de Versalles, en las cuales Japón se vio beneficiado en detrimento de China.

[7] Organización comunista internacional, formada como desprendimiento de la Tercera Internacional Comunista en el año 1919 y compuesta por partidos comunista de distintos países

[8] No hay un consenso historiográfico en cuanto a la cifra exacta de personas que emprendieron la Larga marcha.

[9] Refiere a una clase social carente de propiedades. Su significado está arraigado a las personas más pobres tanto de en ciudad como en el campo empleadas en la producción industrial; no obstante, en China la gran mayoría de los trabajadores se ocupaba en el campo (Fairbank, 1996).

[10] Término de connotación ligada al pensamiento clásico chino, que hace referencia a una estructura sociopolítica descentralizada surgida en el período previo de unificación por parte de la dinastía Qin (221 a.C) (Fairbank, 1996).

[11] Es importante consignar que se produce un interregno entre los años 1976 y 1978, donde el liderazgo nominal recayó en Hua Guofeng; durante ese periodo Deng comenzó a acumular poder de manera progresiva, hasta el III Pleno del XI Congreso del PCCh producido en diciembre del año 1978 que consagra sus políticas.