Resumen
El foro China-CELAC y la reunión del G20 en Buenos Aires han preparado el terreno para el avance de la cooperación entre el gigante asiático y nuestra región. Esto también ha suscitado comentarios sobre un posible intento de “neocolonialismo” de parte Beijing. Hoy en día tenemos en África un nutrido de ejemplo de lo que ha sido el accionar chino en el continente, permitiéndonos analizar cuántas de estas acusaciones son ciertas, y debatir cómo prepararnos para realmente optimizar la ayuda financiera que llegue a nuestras latitudes
El Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, junto a sus pares africanos en la Cumbre del Foro de Cooperación entre China y África (FOCAC), que tuvo lugar en Beijing en septiembre de 2018.
Fuente: Qiushi http://english.qstheory.cn/2018-09/07/1123394227_15362868667871n.png
Introducción
El 1ro de diciembre de 2018, la Revista Noticias publicó una entrevista realizada a la Diputada Nacional por la Ciudad de Buenos Aires, Cornelia Schmidt Liermann, quien en su rol como Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina hizo un repaso de lo que fue la organización del G20. Dicho evento entre sus distintas actividades paralelas a la Cumbre de Líderes, incluyó un apartado exclusivo de intercambio entre parlamentarios. Entre el resumen que realizó sobre el panorama internacional, la Diputada comentó de manera muy suelta que “ante el repliegue de Estados Unidos, que mira para adentro, China está usando métodos occidentales para colonizar y pisar fuerte”, para concluir diciendo que “en ese marco, tanto Europa como Latinoamérica tienen que buscar la unión para no ser arrollados”. Estas declaraciones han sido el disparador de la investigación que viene a continuación. Y el motivo es que lo dicho por Schmidt-Liermann no es una idea original, sino un argumento que se viene repitiendo con fuerza en los medios occidentales.
China en estas latitudes es víctima de mala prensa. Sin embargo, también se debe recordar que la comunicación es un proceso de dos vías, de modo que desde Beijing en algo también han estado fallando, tal como observaremos más adelante. A pesar de ello, es posible leer en la estructura de medios occidental, artículos de opinión donde académicos contrastan con esta idea generalizada de que China va por la conquista del mundo.
A lo largo de este estudio se analizará esta idea de la China colonizadora, repasando argumentos a favor y en contra, para luego evaluar las mejores alternativas que tenemos en Latinoamérica para optimizar los esfuerzos de Beijing por incrementar su cooperación en la región.
La cooperación en un momento de desorden mundial
Citando a teóricos de las relaciones internacionales, detrás de la cooperación hay sin dudas una estrategia cuyo objetivo es proyectar poder más allá de las fronteras tanto geográficas como políticas. Y ese poder que en el pasado se obtenía a fuerza de la capacidad militar, hoy se consigue a fuerza de cooperación.
Al menos, ese ha sido el enfoque tomado por China en esta etapa de asertividad. Postura que le ha valido diversas reacciones, algunas más explícitas como las de Estados Unidos y sus tradicionales aliados como el caso de Australia, cuya desconfianza hacia Beijing ha ido creciendo con los años, y otras más cautas, como la de la Unión Europea, que no dudó en calificar a China como un “rival sistémico”, en momentos donde Italia firma su ingreso a la Belt and Road Initiative, y donde la visita de Xi Jinping a Francia destacó. Lejos de mostrar su oposición de manera negativa, desde Beijing han intentado construir una versión del orden en línea con su manera de ver y pensar el mundo.
El rol de las instituciones internacionales
China ha activado distintas vías de interacción con instituciones de orden regional. La más resonante para el caso es la Unión Africana, organismo que engloba a los países del continente. El foro FOCAC (Foro para la Cooperación entre China y África) es uno de los encuentros más importantes del Sur Global. La edición, celebrada en septiembre de 2018 en Beijing, logró reunir a cerca de 50 líderes africanos. Del mismo modo, el país asiático tiene participación en América Latina junto con CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) como se detalla más adelante, y con los países más relegados de Europa ha creado la CEEC (Central and Eastern Europe Countries), también conocida como 16+1.
Volviendo a nuestra región, la cuestión Venezuela, que será analizada más adelante, ha provocado un retroceso en el buen momento de las relaciones con China, tras la cancelación de la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo en 2019, la cual iba a tener lugar en Chengdu a finales de marzo de dicho año, pero la decisión de Beijing de negar el ingreso al representante por Venezuela, el cual había sido designado por el Presidente Encargado Juan Guaidó, llevó al resto de los países a declinar su participación en el encuentro.
Esta situación destaca un aspecto que es sin duda un estandarte de la cooperación china, que es la no intromisión en la política doméstica de los países asociados, estrategia conocía como “coexistencia pacífica”. Sin embargo, esta postura es puesta en tela de juicio por las naciones hoy más contrarias a China, quienes sostienen que Beijing sí se entromete en la política interna, citando como ejemplo el “avance” de Huawei en Occidente.
La alianza de seguridad conocida como Five Eyes, la cual integran Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia, y Nueva Zelanda, atiende de cerca esta situación, a la cual le han conferido una importancia capital. La revolución tecnológica que supondrá la llegada de la red 5G a las telecomunicaciones, el Internet de las cosas (Internet of Things), la inteligencia artificial y los vehículos conducidos de manera autónoma, ha dado una señal de alarma en estos países, que ven en las compañías chinas como Huawei un potencial que pudiera voltear el actual equilibrio de poder. Del mismo modo, y ya yendo a uno de los temas destacados de este informe, estos países sostienen que China lejos de estar impulsando a África, le está entregando un ancla que mantendrá al continente relegado en el desarrollo de la economía global.
¿Está China colonizando África?
El término colonización se puede definir como la “población y cultivo de un territorio abandonado y desconocido”, y en segundo término como la “civilización y cultura llevada a nuevas tierras”. ¿Coincide alguna de estas definiciones con lo argumentado desde Occidente? La segunda definición quizás pueda justificarse con las acciones de poder blando ejercidas por Beijing, tales como la difusión en el mundo de los Institutos Confucio. Pero en ese caso no se trataría de una acción exclusivamente china, cuya idea fue copiada de otros intentos de “colonización” como los Institutos Cambridge y Oxford de lengua y cultura inglesa, la Alianza Francesa, el Instituto Goethe de lengua y cultura alemana, y el Instituto Cervantes de lengua y cultura española, este último con cada vez más presencia en la China continental.
Esta segunda definición de colonización como vemos se puede apreciar constantemente en todo el mundo. El Soft Power no consta únicamente de una arista institucional ligada al Estado como es el caso de los Confucio, sino de otras ligadas al sector privado, las cuales han tenido un mayor efecto en las poblaciones fuera de sus fronteras como agentes de transmisión cultural, tal es el caso de la industria cinematográfica de Hollywood, el manga japonés, y el K-pop de Corea del Sur, para citar algunos ejemplos.
En cuanto a la primera definición, ¿llevar obras de infraestructura con mano de obra del país que financia dicho proyecto califica como colonización? ¿Se trata África de un territorio abandonado y desconocido? Para Occidente, como reza la frase, aclarar esta acusación solo llevará a que la situación se oscurezca aún más. Analicemos a continuación algunos aspectos de cooperación china en el continente cuna de la humanidad.
África: Antes, durante, y después
Hace 100 años pocos países en África eran independientes. Lo mismo se puede decir si vamos atrás 70 años. Fue a partir de esos años, la década del 50, 60, y 70, en que las naciones africanas, que habían sido durante siglos territorios de ultramar de distintos imperios (Reino Unido, Portugal, Bélgica, Francia, Alemania, entre otros), dejaron de ser colonias para comenzar a erigirse como Estados independientes.
La gran mayoría de esos países han transitado sus primeros años de independencia bajo el pie de cruentos tiranos, muchos de ellos aún gobiernan los países en cuestión. África destaca por tener a la población más joven del planeta, y a los gobernantes más ancianos. Varios de ellos han dejado el poder en el curso de estos últimos años, siendo los casos más recientes Joseph Kadiba en la República Democrática del Congo, y Robert Mugabe en Zimbabwe. Se puede afirmar que a pesar del cambio de manos, en el continente ha reinado el status quo, aunque comienzan a distinguirse dos caminos en la manera de conducir el poder. Una corriente democrática, republicana, como la que encaran Sudáfrica, Kenia, Tanzania, y otra más partidaria, por así decirlo, como la que lleva Etiopía, quizás el émulo más exitoso del modelo de conducción política chino. Y China está apostando al desarrollo de ambos. ¿Por qué? El concepto de “tianxia” quizás pueda ilustrar mejor esta situación.
El “tianxia”, comprendido como “todo lo que está debajo del cielo” es una palabra que refleja de gran manera la cosmovisión china. La figura del emperador que comanda todo lo que ocurre en la tierra, dado que es receptor del poder que viene del cielo, ayuda a entender al mundo como una aglomeración de cosas distintas, pero que juntas logran una unidad perfecta. Este concepto ha guiado la política exterior china, permitiendo a Beijing ejercer con igual entusiasmo la cooperación con países cuya política interior difiere o busca parecerse a la organizada por China en su territorio.
Y las opiniones de los líderes africanos que participaron del FOCAC pueden dar certezas acerca del desempeño chino hasta ahora de la estrategia citada. El Presidente de Ruanda, Paul Kagame, se ha referido a su relación con Beijing como “profundamente transformacional”, al ver en China a un socio que comprendió la posición de África en el mundo, y trata al continente de manera equitativa. Su par sudafricano Cyril Ramaphosa fue más allá, y expresó en nombre de todas las naciones allí presente, que se rechazaba de plano la mirada de que un “nuevo colonialismo” estaba teniendo lugar en el continente. Por último, el Presidente de Ghana Nana Akufo-Addo destacó el hecho de que China, a diferencia de Occidente, no ignoró a África, y ese es un gesto que vale y se agradece.
Resaltando esas últimas palabras, la cooperación China en el Sur Global pareciera apelar a este concepto que supo señalar Fukuyama en su famoso “fin de la historia”, me refiero en este caso al “esfuerzo por lograr ser reconocido”. Cuenta el politólogo americano que Hegel, y luego Kojeve, que estudió profundamente el pensamiento del primero, encontraron en esa necesidad innata de ser reconocidos una variante “no económica” en la cual se basa el orden liberal. Esa carencia puede permitir a los individuos, y a los Estados vistos como la unidad individual en este orden, hacer algunas concesiones a cambio de cierta deferencia. Esto apunta directo contra el principio de la maximización de beneficios. El Estado, cual ser viviente, no actúa puramente desde la razón sino que también tiene emociones. El trato de igual a igual enorgullece el sentimiento nacional. Volviendo al caso de estudio, ¿está China logrando entonces empoderar a los países del Sur Global con su cooperación?
América Latina. Desafíos internos para la proyección internacional
Nuestra región, según el académico Juan Gabriel Tokatlian, se encuentra en un momento débil. Apoyándose en una serie de indicadores, tales como el total de las exportaciones mundiales, de las que Latinoamérica representa solo un 6% del total en 2016, versus el 12% en 1955; la solicitud de nuevas patentes que sigue en descenso; también la enorme desigualdad que existe en las economías de los países de la región, de las 10 peor rankeadas, 8 se encuentran en Latinoamérica..
A eso se le suma también un escenario de desintegración. La “patria grande” que soñaron los líderes de centroizquierda e izquierda en el segundo lustro de la primera década de este nuevo milenio, que llevó a la creación de ámbitos de integración como el UNASUR, ha quedado muy atrás. Nos encontramos ahora ante un momento de desintegración aguda. La política exterior lejos de responder a una consigna unificada, sino que se encuentra atada a las urgentes necesidades de los gobiernos de turno.
En ese contexto, la cooperación china se inserta como un jugador en medio de ese tironeo. Las necesidades de infraestructura son obvias. Para citar un caso rápido, es increíble que las mercancías pasen del Atlántico al Pacífico por camiones, mezclándose el comercio con el tráfico de turistas en los dificultosos pasos fronterizos de montaña. Hace años que se piensa en la idea de corredores ferroviarios bioceánicos. China hoy está financiando, o intentando financiar varios de estos proyectos.
El problema está en las necesidades internas de los países involucrados. Es fácil administrar desde la abundancia, pero ese no sería el caso de muchos de estos países, donde los fondos públicos se han convertido en parches para asistir en un estado de emergencia permanente. Esto dificulta pensar el largo plazo, y también complica el poder pensar en conjunto con otros países soluciones superadoras. América Latina se esfuerza por sobrevivir.
Cooperación China en Latinoamérica. ¿Trampa de deuda?
La cooperación China en América Latina ha tomado la forma de proyectos apuntados a mejorar la infraestructura. Esto no es casual, así como en África, el déficit de los países de la región se encuentra en la falta de caminos, centrales energéticas, puertos, aeropuertos, y otras instalaciones que juegan un rol de vital en el potenciamiento de las economías tanto pensando en un desarrollo exportador como el fortalecimiento de la economía interna.
Un actor importante en este escenario es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB). Dicho, además de ser la piedra angular de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, es una de las instituciones multilaterales insignia creadas por un Beijing que pasó de esperar a su momento a pugnar asertivamente por el rol protagónico en un orden mundial que deja atrás su momento unipolar.
En nuestra región no son pocos los países que ya son miembros del Banco. En orden alfabético, integran el AIIB Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, y Perú. La premisa sin dudas coincide con el diagnóstico generalizado que sostiene que no hay desarrollo posible sin infraestructura. Y al mismo, que las instituciones tradicionales post Bretton Woods hace tiempo han desatendido las necesidades de sus miembros más carenciados. Por eso esta nueva iniciativa china pone el foco en la infraestructura, que es nada más y nada menos uno de los aspectos en los que China se ha destacado a nivel mundial, la piedra angular del soft power chino a nivel mundial.
Sin embargo, no todo es color de rosa en la relación con los países de nuestra región. El volumen de los préstamos destinados a estas obras genera preocupación, sobre todo por la capacidad de pago de las naciones tomadoras de dichos créditos. El ejemplo del escenario menos favorable de lo que puede llegar a suceder se encuentra en la ciudad de Hambantota, Sri Lanka, situada una decena de miles de kilómetros hacia el este. La nación asiática, impedida de afrontar el pago del proyecto que significó un importante puerto de aguas profundas, cedió por 99 años la explotación de dichas instalaciones al gobierno chino. No obstante, es menester destacar que este caso es el único en el que Beijing se quedó con el activo anteriormente financiado, en el resto de los proyectos las deudas fueron condonadas o renegociadas por China de manera beneficiosa para su contraparte. Entonces, el puerto en la antigua “Ceylán” ha sido el más mencionado caso de “trampa de deuda” porque ha sido el único en que China resolvió de esa manera.
¿Cuáles son las observaciones que se desprenden de estas situaciones? Varias. Por empezar, no queda claro aún el marco en el cual China decide resolver de una manera u otra. Quizás, esta flexibilidad que busca exhibir Beijing, en contrapunto a las tradicionales instituciones occidentales de crédito, le impide poder definir con claridad una política de créditos. La premisa de “maximizar los beneficios” en un esfuerzo de cooperación como lo es la Iniciativa de la Franja y la Ruta está atravesada por múltiples factores. Pero apoyándonos en lo que fue la antigua Ruta de la Seda, se puede inferir que China está buscando revitalizar regiones que quedaron muy relegadas en este momento de la historia. El riesgo de estas inversiones es apreciable, pero de funcionar, el beneficio lo será mucho más. Cabe mencionar que las economías de África han sido de las de mayor crecimiento en los últimos años; las mejoras de infraestructura ayudarán a que ese ritmo se sostenga. Sería interesante poder ver algo así también en América Latina.
Por otro lado, no se puede ni debe eximir de responsabilidad a los países firmantes de dichos programas de crédito. La capacidad de pago de dichos está sujeta a muchísimas situaciones. Tomar un préstamo se trata sin dudas de un riesgo, aunque, como puede observarse en naciones como Pakistán, a veces los peligros de no dar ayuda pueden ser aún mayores al incumplimiento en los pagos. Lo que nos permite inferir que hay razones para la cooperación que exceden a la racionalidad de los números. Después de todo, el FMI, el AIIB, el Banco Mundial, son organizaciones económicas gobernadas por las urgencias de la política internacional de quienes las han fundado. Y en la experiencia argentina, la intervención del Fondo Monetario Internacional no fue acompañada por mejoras en la situación general. Con esto no quiero poner en duda sus intenciones, pero sí remarcar que la imagen general del organismo es negativa, hecho que se vivió cuando el Presidente Mauricio Macri volvió a recurrir a ellos, y las críticas fueron muchas, permitiendo además a la oposición utilizar la situación en la campaña electoral de 2019.
Cooperación. ¿Qué la motiva? ¿Cuál es la posición de América Latina?
Los funcionarios chinos, y de otros países y regiones también, se refieren a la cooperación de Beijing como una asociación “win-win”, aquella donde ambas partes ganan, en contraposición con el juego de suma cero que muchas veces ha sido el marco para entender la política internacional.
Sin embargo, una de las características de estos acuerdos, los cuales son parte del paradigma de “nuevo bilateralismo”, es que una de dichas partes puede ser un acuerdo regional, tal como sucede con el FOCAC, o que una de las partes esté circunscripta a un orden regional, y acceda a esta bilateralidad rompiendo con la negociación en bloque, buscando ser un pivote entre ambas partes. Esta situación se está dando con Italia, cuyo acercamiento a China es visto con sospecha desde Bruselas, cuya última postura, la cual fue comunicada por el Presidente francés Emmanuel Macron, es la de trabajar coordinadamente, pues Beijing ha sacado provecho de las divisiones en los últimos años.
A pesar de ello, pareciera que el nuevo bilateralismo es una tendencia que llegó para quedarse por un tiempo. Así como las instituciones chinas surgieron como una respuesta con características chinas a los problemas internacionales, potenciadas por la lentitud de las respuestas post Bretton Woods; el bilateralismo repunta con fuerza dada la incapacidad de los grandes cuerpos multilaterales para solucionar los problemas de las naciones dentro de sus fronteras, en un momento donde la tecnología ha revolucionado la política, y las gestiones de los ejecutivos son analizadas las 24hs por la ciudadanía.
Esa presión a la que es sujeta la clase política, esa avidez por dar respuesta obliga a la creatividad. Uno de los fundamentos del bilateralismo es la búsqueda de inversiones, y China es hoy un gran garante de flujos de dinero. Ha sido el caso de Tanzania, cuya relación con Beijing goza de un gran momento, al punto que en las afueras de la capital Dar es Salaam se está construyendo el puerto más grande de África, el cual superará en capacidad operativa a Rotterdam, el más grande de Europa.
Pensando a futuro, difícilmente China baje la intensidad a estos esfuerzos, en un momento donde las negociaciones tras la tregua firmada en Buenos Aires durante la Cumbre de Líderes del G20 llevará al gobierno chino a ceder muchas cuestiones relacionadas con la regulación de su mercado interno. Las consecuencias comienzan a observarse, el anuncio de Morgan Stanley Capital Investment de incrementar la participación de las acciones chinas en el mercado de inclusión de un 5% a un 20% generará un enorme movimiento de capitales que perjudicará sobre todo a las economías que Beijing busca ayudar con su cooperación. Una respuesta compensatoria a dicha situación podría ser justamente incrementar la FDI en muchos de estos países.
Pero sería un error creer que la cooperación solamente pasa por la inyección de dinero. También juega un rol la reducción del gap tecnológico, y es allí donde entran al juego las empresas privadas chinas, las cuales son sin lugar a duda un nuevo factor en esta cooperación al que debemos prestar atención. Tal es el caso de Huawei, cuya irrupción en el mercado de las telecomunicaciones despierta tanto elogios como fuertes críticas.
Respecto a América Latina, corresponde que los mismos Estados que son parte de la región, definan qué pretenden de sí mismos y del conjunto. Una correcta regionalización puede garantizar la defensa de los intereses nacionales, aunando esfuerzos para lograr mejores negociaciones, como lo demuestra la experiencia de la Alianza del Pacífico. ¿Por qué no intentar lograr algo pero incluyendo a todos los países de la región? La heterogeneidad de intereses no debería ser una excusa, no lo ha sido en NAFTA, ni en Unión Europea, ni en ASEAN.
Cooperación tecnológica: Huawei en América Latina, ¿sí o no?
Huawei viene siendo motivo de discusión en todo el mundo. Los países alineados con Estados Unidos a través de la OTAN o la alianza de seguridad Five Eyes han sido insistentes en sus denuncias, las cuales aseguran que la gigante tecnológica china, una de las pioneras en el desarrollo de la tecnología 5G, puede poner en riesgo su seguridad interna, así como la de sus ciudadanos, en caso de dejar en sus manos el armado de las redes de comunicaciones de este nuevo paradigma.
Esta disputa tecnológica ha venido in crescendo desde comienzos del 2018, y ha tenido su punto de quiebre pasadas unas horas de la reunión más importante que tuvo el G20 celebrado en dicho año en Buenos Aires, la cena entre Donald Trump y Xi Jinping en el hotel Hyatt. Mientras el mundo festejaba la tregua comercial pactada entre ambos países, en la ciudad de Vancouver, Canadá, la justicia del país local detenía a Sabrina Meng, una de las mayores ejecutivas de Huawei, en el momento que estaba por realizar su conexión para viajar hacia China. Si bien el hecho se produjo en territorio canadiense, fue la justicia americana la que solicitó el pedido de detención. Los motivos alegados tienen que ver con el accionar de la CFO para que Huawei lograra esquivar las sanciones impuestas a Irán por los Estados Unidos. Sin embargo, no son pocos los que opinan que hubo algo más detrás de esta situación. No pasó mucho tiempo para que el caso de Meng se convirtiese en un problema político mundial.
El debate sobre qué hacer con la red 5G está sin dudas influenciado por la necesidad de los grandes poderes de liderar el nuevo salto tecnológico que supondrá este nuevo paradigma de las comunicaciones. Expertos como el historiador israelí Yuval Noah Harari, y el ex economista jefe de la OCDE Klaus Schmidt-Hebbel advierten sobre la velocidad de estos cambios, y sus consecuencias que pueden ser gravísimas para la humanidad. La innovación podría estar acompañada de un enorme deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos, especialmente ante el fantasma de una fuerte caída en el empleo que pueda dejar a miles de millones completamente desahuciados, a merced de Estados incapacitados para dar respuesta a tales cataclismos.
Las promesas de una verdadera revolución de las telecomunicaciones, el internet de las cosas (IoF, Internet of Things), y la inteligencia artificial, genera más incertidumbre que certeza, y podría suponer un verdadero cambio en la distribución mundial del poder. Estamos posiblemente ante un punto de inflexión en la historia de la humanidad, dando quizás los primeros pasos a un período “transhumanista”, donde la principal característica sea el corrimiento del humano del centro del sistema económico, dejando ese lugar a las cada vez más inteligentes máquinas.
Una de las preguntas más interesantes ante este posible escenario tiene que ver con el futuro de las democracias liberales. ¿Qué pasará cuando el humano haya perdido dicho valor económico? ¿Seguiremos teniendo valor también como para decidir quiénes deben gobernarnos? Es difícil predecir el futuro. Hace 50 años se imaginaban años 2000 donde los autos volaran. El peligro hoy no es que vuelen, sino qué hacer con los conductores de taxis, camiones, trenes, cuando estos logren moverse y llevar a pasajeros y carga por sí mismos. Y más aún, el desafío es desde los Estados-Nación cómo resguardarse de esos cambios de manera tal que haya un aumento en la asimetría de poder respecto a los Estados más grandes. Por eso es importante la cooperación, especialmente para América Latina, donde salvo excepciones reina la desidia y el atraso en sus distintas dimensiones.
Cooperación China en Venezuela. ¿Ejemplo o excepción?
No pareciera quedar claro qué hacer con Venezuela. La entrevista que dio Juan Guaidó al South China Morning Post dio unas pautas de lo que podría ser la relación entre China y el país caribeño en caso de que Maduro finalmente se retire del poder, si es que eso ocurre. Uno de los puntos más destacados es la anulación de aquellos acuerdos que no se hayan firmado con el aval de la Asamblea Venezolana,
La cooperación china, si lo miráramos desde un análisis FODA, aquel que analiza a una organización y su contexto según sus fortalezas, oportunidades, debilidades, y amenazas, se puede afirmar que no se ha preparado correctamente para enfrentar los problemas que acaecen en el cuadrante de las amenazas. Estas se hallan en la calidad institucional de los gobiernos con los que acuerdan los distintos convenios. Este punto, que sin dudas se repetirá en la conclusión, pues se trata tanto de una reflexión como de punto de inicio para un plan de acción, es uno de los más recurrentes en la experiencia china en África, y que le ha traído muchos dolores de cabeza a Beijing.
Uno de los principales argumentos de Occidente para cuestionar la cooperación China en el continente cuna de la humanidad, ha sido que esos fondos han permitido el sostenimiento de gobiernos antidemocráticos. La “paz democrática” ha influido sin dudas en la política exterior de los países del Norte, también a la hora de elegir a quiénes y cómo realizar la cooperación. No está en el ADN de la política exterior de Beijing mirar el color o la ideología del gobierno administrador de la cooperación. Hoy China se proyecta como referente mundial, y eso volviendo al concepto del “tianxia” incluye a todos los Estados, aceptando sus soberanías, así como la forma en que lleven adelante sus asuntos internos. Aunque cierto es que las democracias tienen una ventaja que es la existencia de controles, de auditorías que si bien puede que la calidad de éstas varía según el país en cuestión, permiten de todos modos evitar que estos esfuerzos caigan en saco roto. China tiene un interés igual o mayor por mostrar en los países receptores señales de desarrollo, pero las cuestiones políticas internas de dichas naciones pueden poner en riesgo la estrategia.
Volviendo al ejemplo del FMI y Argentina, la posibilidad de parte del país deudor de declarar default está siempre latente. Lo mismo puede suceder en Venezuela. Llegar a ese escenario no es sencillo, muchas veces se trata de situaciones evitables, sobre todo por el efecto en cadena que puede llegar a producirse. China es que siempre ha utilizado la negociación como canal para resolver conflictos como este, y si el escenario en Caracas empeora, seguramente los directivos chinos estarán allí sentados en la mesa buscando la mejor solución para todas las partes. Por otra parte, es necesario remarcar que Beijing piensa a largo plazo. Muchas de las figuras políticas de Latinoamérica dejarán de estar en unos años, otros gobernarán, pero del otro lado habrá una continuidad, quizás no de rostros, pero sí de estrategia, y eso es una oportunidad a aprovechar. De vuelta, más que desconfiar de China, debemos aprender a confiar en nosotros mismos y poder trazar líneas de acción a futuro.
Cooperación entre los propios países latinoamericanos
Yendo a la historia reciente, nuestra región no se destaca por haber tenido relaciones muy amistosas entre sus vecinos. La paz de Argentina con Brasil data de hace menos de 40 años, período similar nos separa de la enemistad con Chile. La geografía de América del Sur nos muestra una gran línea divisoria que es la cordillera de los Andes, que separa a los países del Atlántico de los del Pacífico; asimismo, el enorme pulmón del Amazonas separa a la mayoría de la población y de los centros económicos de Brasil de los países del oeste y norte del continente. Misma situación acontece a argentinos y paraguayos, muy lejos de Perú, Ecuador, y Colombia. Estas distancias físicas han tenido un correlato en cuanto a la relación entre los Estados. Más aún, los esfuerzos de cooperación más renombrados se destacaron justamente por ser una extensión de este contexto geográfico: el Mercosur y la Alianza del Pacífico. No fue hasta el esfuerzo de Unasur, que los países de la región, en ese entonces con sus distintos mandatarios reunidos dada la afinidad ideológica, que se puede hablar de un trabajo coordinado entre los países.
Sin embargo, esto no fue para siempre, y los cambios en las administraciones fueron medrando esta cooperación. Sobre todo por el deterorio de la situación en Venezuela, cuyo anterior líder Hugo Chávez ha sido uno de las estandartes de la creación de esta organización, junto con Lula da Silva y Néstor Kirchner. Estos cambios de índole electoral llevaron a nuevos esfuerzos como el Grupo de Lima, cuyo final era encontrar una solución al problema de la nación bolivariana. Lejos de eso, en Venezuela el éxodo se acentuó en los últimos años, buscando refugio en otros países de la región, especialmente Colombia y Argentina.
Pero más allá de estas cuestiones humanitarias, en cuanto a lo comercial tenemos a los países del Pacífico mirando justamente hacia más allá del horizonte, y ver a los países del ASEAN, China, Japón, Corea, Australia, a socios muchos más atractivos que los que se encuentren del otro lado de los Andes. Por el otro lado, Brasil, Argentina, y el resto de los países del Mercosur avanzaron en un tratado de libre comercio con la Unión Europea.
El único factor en común que une a todos estos países es que China se está convirtiendo en su principal socio comercial. No obstante, aún hay escasa o nula cooperación apuntada a mejorar esa asociación. Al contrario, los problemas en el Mercosur se han detonado debido a la imperiosidad de Brasil y Uruguay por avanzar sus negociaciones de manera individual. ¿Podemos hablar de un regionalismo entre China y América del Sur donde atienda sus intereses mano a mano en lugar de hacerlo como bloque? ¿Es esto culpa de China? En absoluto, estos problemas eran previos a su irrupción como socio comercial. En todo caso, la importancia de la nación asiática actuó como catalizador de situaciones que antes eran incipientes, y ahora dan cuenta de lo delicada que eran las estructuras de cooperación que nuestros países habían creado.
Esto puede agregar problemas a futuro, en un mundo que se dirigiría hacia uno donde las regiones sean los nuevos focos de poder. ¿Podría América Latina ser un polo donde países como Brasil y México sean los guardianes de los intereses de toda la región? ¿Qué impide la tan ansiada integración? En buena parte, la situación actual está ligada a nuestros orígenes.
Una deuda histórica, con algunos problemas estructurales
¿Se puede sostener que los países de América del Sur no logran ponerse de pie y tomar las riendas de su destino porque no saben cómo hacerlo? Su pasado histórico en cierto punto ha condicionado sus acciones, y sus efectos estarían llegando al día de hoy.Así como la civilización China ha logrado una continuidad, y se puede comparar a la actual conducción del Partido Comunista Chino con una estructura similar a la de los antiguos emperadores, podemos ver en los actuales presidentes, con mucho poder acumulado, como los antiguos virreyes, sobre los cuales pasaban todos los asuntos concernientes al territorio. Pero claro, siempre supeditados a la decisión del hegemón. Con autoridad, pero sin autonomía. Ese legado es quizás una de las características más negativas de nuestra región con mentalidad de esclavo. Algo observable hasta en el lenguaje, donde el “mande” con el que los mexicanos saludan cuando son llamados, es a la vez una muestra de cortesía, pero también una confirmación de que la autoridad siempre pertenece a alguien más.
¿Podría ser acaso una buena estrategia para China respecto a América Latina la de mostrar un músculo similar al del Imperio Español del siglo dieciocho? En caso argentino, los recordados, y por muchos añorados, finales del siglo diecinueve y principios del veinte, prósperos años para el país, los de mayor bonanza en nuestra historia, se dieron grandemente debido a una estratégica asociación con la corona británica. El granero del mundo se desarrolló bajo la luz de una cooperación con el entonces hegemón. Relación que se fue deteriorando debido a los cambios en la división internacional del trabajo, y al ingreso del Reino Unido a la Unión Europea. Dicha situación afectó gravemente a sus dos “graneros” más allá del Mar del Norte: Nueva Zelanda y Argentina. Los primeros supieron adaptarse, y no sólo mantuvieron su bienestar sino que lo incrementaron. La historia de la Argentina es ya harto conocida como para repetirle.
Está claro que nuestro continente debe buscar una forma de dar respuesta a los desafíos que trae el siglo veintiuno, lo que aún restan ver son las condiciones. Pero está claro, y me permito la comparación con una partida de poker, que las cartas no están del lado de Latinoamérica, pero aún tiene la chance de entrar al equipo de China, que parece contar con una mejor mano, además de que juega sus cartas muy bien.
Conclusiones
No se puede pensar en los países de América Latina como víctimas de trampas de deuda, y en China como el victimario, porque es algo que ya venimos viviendo de antes, con resultados que han traído mucha miseria a nuestros países. Es menester empezar por no comparar las iniciativas de Beijing con el pasado. Más aún cuando tenemos ejemplos vívidos de lo que puede ser el futuro para nuestra región trabajando en conjunto con China.
La comparación con África en ese sentido tiene un componente interesante, que es el de la inexistencia de casos en que estos países quedaron arrasados por el impedimento de pago. Siempre tuvieron oportunidad para renegociar, y en términos mucho menos dañinos que los de negociaciones de países latinoamericanos con organismos de crédito pertenecientes al orden creado tras la segunda guerra mundial. Los beneficios de la cooperación van mucho más allá de los posibles intereses de la deuda.
Estas nuevas instituciones fruto del impulso de Beijing por ascender pacíficamente en la política internacional, vienen imbuidas de una ideología más afín a la realidad del Sur Global. Esa búsqueda de una “armonía” en la cual coexistir, debería ser un norte hacia el cual nuestros políticos deberían apuntar, lo que permitiría a dar con mejores soluciones, que satisfagan verdaderamente a ambas partes.
Lograr eso no depende de China, sino de nosotros mismos, haciendo acuerdos no sólo dentro del mismo país entre oficialismo y oposición, sino consensuando con el resto de nuestros vecinos, bregando tirar todos hacia el mismo lado, para así generar un mayor beneficio para la región, hoy tristemente la más relegada del mundo.
En un futuro dominado por las regiones, la unión hará la fuerza necesaria para América Latina crezca y fortaleza su posición. Beijing es consciente del potencial con que cuentan nuestros países para ser un actor de relevancia en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, pero poco puede pasar si no nos sacamos el pesado legado histórico, ese que indica que siempre seremos peones de alguien más poderoso que nosotros.
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Biografía
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