Sobre el papel mediador del lenguaje y el valor de las traducciones: hacia un mayor diálogo y circulación de ideas entre China y América Latina

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Resumen

En el marco del intenso avance en los diálogos interculturales establecidos durante las últimas décadas entre China y América Latina, este artículo propone una reflexión acerca del rol mediador del lenguaje en el proceso de conocimiento del otro. Para dar cuenta de ello, nos interesa explorar la incidencia que ha tenido la traducción entre lenguas para favorecer la circulación de ideas, para tender puentes de comprensión recíproca y para proyectar mayores alcances en el intercambio mutuo.

Wu Guanzhong, Puente dentro de un puente, 1984. Pintura de rollo. Tinta china sobre papel.

1. Trazar puentes de contacto entre culturas: el ejercicio que nos propone la traducción entre lenguas

Un modo común de producir conocimiento sobre otros pueblos y culturas es a través de la construcción de términos de comparación sobre la base de equivalencias lingüísticas percibidas como tales. El filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur (2005) llama a estos términos “comparables semánticos” o mejor aún, “equivalencias sin identidad” pues se trata de puentes que al trazarse permiten superar no sólo la distancia en apariencia inconmensurable entre distintas lenguas, sino también las pretensiones esencialistas y atemporales de las categorías universales. Estos nexos, lejos de ser equivalencias fijas son conceptos, categorías o expresiones que buscan una correspondencia teórica temporal, fluida y sujeta a revisiones de sentido. A su vez, estos equivalentes construidos a partir de la vocación de conocimiento y comunicación con el otro, son puentes que se transitan en ambos sentidos, permanentemente y con relativa fluidez, en la medida en que no existen dos campos semánticos iguales. Este ejercicio, que pone en contacto al lenguaje con el pensamiento y la realidad, es el que nos proponen las traducciones.

Aunque la espontaneidad de su constante devenir en el tiempo naturaliza la existencia de la traducción como acto, su carácter más amplio como fenómeno social, cultural e histórico resulta complejo y multifacético. El concepto en sí remite al estudio del lenguaje, a la comunicación humana, pero también a los diversos modos en que es posible concebir el mundo. Se trata de un espacio de producción de sentidos cuyo análisis permite recorrer momentos de contacto, confrontación y diálogo entre diferentes culturas. Por esta razón, nos interesa en este artículo partir de una reflexión sobre la traducción, como concepto y como acto, para comprender mejor las vías establecidas y potenciales de contacto y comprensión mutua entre culturas tan distantes como las de China y América Latina.

Partimos del supuesto de que la reflexión sobre la traducción es inescindible de la práctica de traducir, pero ¿cómo precisar la naturaleza y los alcances de este acto? Una primera definición inmediata refiere a la traducción entre lenguas (traducción interlinguística), que implica la interpretación de signos verbales mediante otra lengua (Jakobson, 1987, p. 429). Esta definición reconoce el fenómeno ineludible de la diversidad de las lenguas y el papel mediador del lenguaje en el proceso de comunicación humana, al transmitirse a través de ella un determinado mensaje o conjunto significante de una lengua a otra. En un sentido más amplio, traducir también supone hacer frente a otro fenómeno social primordial que es el de la heterogeneidad y riqueza de sentidos que proveen las lenguas en sí. La práctica de la traducción puede involucrar entonces la interpretación de un mensaje dentro de una misma comunidad lingüística (traducción intralingüística), es decir una reformulación o una interpretación de signos verbales mediante otros signos de la misma lengua (ibid., p. 430). En ambas situaciones, el acto de decir una cosa en términos de otra es una elaboración significante, un movimiento de búsqueda y traslado de sentidos.

La traducción se presenta así como un proceso de comunicación-comprensión del otro, respetando su singularidad, por ello el acto de traducir implica una voluntad y un trabajo difícil de acercamiento y comprensión del otro, y es este reconocimiento el que introduce una dimensión ética en la comunicación humana. Pensamos y significamos la realidad a través de traducciones, y esto es así porque hablamos lenguas diferentes, pero también porque cada lengua posee formas de pensamiento particulares que permiten organizar, entender y valorar el mundo de manera diferente (Steiner, 1995, p. 71).

Observamos, en consecuencia, la relevancia de la traducción para la comunicación en general y para el diálogo intercultural en particular, entendiéndolo como un proceso horizontal de construcción, interacción y transformación entre culturas (Grimson, 2000; García Canclini, 2004). A partir de estos lineamientos generales, nos interesa señalar ciertas experiencias históricas de interculturalidad a partir de las traducciones. Abordaremos brevemente los tempranos contactos del idioma chino con otros lenguajes en la experiencia de las primeras generaciones de traductores que, desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX dieron origen a un curso aún vigente de búsqueda e interpretación de otras formas de pensamiento y expresión cultural, sobre todo a partir de la elaboración de traducciones literarias.

2. Adaptar, asimilar y comprender ideas: la experiencia renovadora de los primeros traductores chinos a principios del siglo XX

Durante el último cuarto del siglo XIX en China, las traducciones entre lenguas se extendieron al interior de los círculos letrados chinos como un fenómeno cultural amplio que acompañó la búsqueda de comunicación y comprensión del otro -extranjero, occidental- así como también la necesidad de orientación y reflexión sobre sus propios valores, condiciones y posibilidades. Este impulso se encarnó en una primera generación de jóvenes educados a la manera clásica aunque interesados en adaptar a la tradición china las nuevas ideas provenientes de Europa y Japón, considerados como modelos exitosos de modernización y progreso (Gernet, 2005).

A la luz de las experiencias reformistas durante la última etapa del Imperio manchú, ciertos conceptos como evolucionismo, liberalismo, ciencia y democracia -tan distantes a la herencia política china- se instalaron en las discusiones intelectuales de esta época, a partir de las traducciones al chino de obras filosóficas y literarias en japonés y en distintos idiomas europeos. En el marco de la decadencia política del sistema imperial y del declive cultural de los antiguos bastiones de la tradición confuciana en China, el imperativo de forjar una cultura renovada fue lo que condujo a muchos de estos jóvenes a viajar al exterior para nutrirse de nuevas ideas que pudiesen contribuir a la recuperación social del país. Muchos de ellos al volver a su país introdujeron un importante número de términos prestados, adaptaciones y neologismos para designar términos europeos.

Uno de los grandes traductores de este tiempo fue Yan Fu (1853-1921) quien introdujo en China obras de Thomas Huxley, Herbert Spencer, Adam Smith, Stuart Mill y Montesquieu. Las traducciones de Yan Fu, escritas en lengua clásica y estilo refinado, contenían numerosas alusiones literarias y comentarios personales. En esta etapa de conflictivos contactos, no se trataba de copiar a Occidente, sino de inspirarse en él (Gernet, 2005, p. 568-569). Esta intención de cambio y renovación aunque dentro de los límites de la propia cultura, se hizo también manifiesta en las primeras “traducciones” de obras literarias occidentales realizadas por Lin Shu (1852-1924) a fines del siglo XIX. Más que traducciones propiamente dichas, fueron más bien adaptaciones hechas a partir de traducciones que había recibido oralmente. Sus trabajos aparecieron en lengua clásica e incluyeron más de 160 novelas de autores occidentales tan heterogéneos como novedosos en China, como Walter Scott, Daniel Defoe, Charles Dickens, Henrik Ibsen, Miguel de Cervantes, Alejandro Dumas y Victor Hugo (ibid., p. 569).

Las principales obras de estos primeros traductores chinos fueron una combinación de contenido nuevo con formas tradicionales. La comprensión de las ideas que afloraban en las obras traducidas se expresó en términos y aspectos formales que permanecían fieles a los antiguos modelos de la novela china. Estas primeras traducciones fueron, en este sentido, un modo de acercamiento y comprensión de lo que percibían como nuevo y “moderno”, que no alteró las formas de comunicación y representación del lenguaje propio. Un puente construido a medias que, sin embargo, no tardaría en hallar nuevos constructores de equivalencias. Así pues, un cambio más profundo llegaría recién a partir de los años previos al Movimiento del 4 de Mayo de 1919, cuando una nueva generación de jóvenes y estudiantes se atrevería tanto a cuestionar la continuidad del uso de la lengua clásica como a intentar una incorporación crítica de las ideas políticas y de las formas culturales de Occidente.

3. Las palabras del otro para pensar lo propio

Durante la primera década del siglo XX, las influencias occidentales en China se hicieron cada vez más sensibles. Al menos 1500 obras de ficción fueron publicadas durante este período, de las cuales dos tercios fueron traducciones de literatura extranjera, fundamentalmente de obras en inglés y francés. Las traducciones alemanas fueron menos sensibles en lo inmediato, pero causaron un impacto profundo en quienes, como Cai Yuanpei (1868-1940), emprendieron reformas en los planes educativos de las universidades chinas. En ese clima de profundo interés por la reforma cultural del país, el número de traducciones durante los años veinte aumentó, al tiempo en que se extendían en las principales ciudades chinas las sociedades literarias y las revistas de crítica y estudios sobre arte y literatura. Muchas de ellas impulsaron la supresión de la lengua clásica y su reemplazo por la lengua hablada, más simple para ser comprendida por un público más amplio.

Hasta mediados de los años veinte, las influencias anglosajonas predominaron en las traducciones debido a la implantación británica en algunas ciudades del país así como también al número de estudiantes chinos que había logrado viajar a Estados Unidos con becas del gobierno, poco después de establecerse la República nacionalista. Se conocieron en China durante estos años la filosofía pragmática de John Dewey, a través de traducciones hechas por su discípulo Hu Shi, como también las obras de matemática y lógica de Bertrand Russell, quien al igual que Dewey visitó China a principios de la década de 1920.

Aunque el número de estudiantes chinos que viajó a Francia antes de la Primera Guerra Mundial fue menor, la tradición intelectual de este país proveyó un sentido de orientación política que tuvo un impacto importante. Sobre todo, entre los grupos de intelectuales chinos más radicalizados luego del fracaso de las propuestas liberales de la República nacionalista. Así, las traducciones de obras políticas francesas y soviéticas acompañaron el desarrollo de movimientos anarquistas que intentaron conectar el radicalismo de las ideas de Kropotkin y Bakunin con las concepciones igualitaristas y de ayuda mutua de las antiguas sociedades secretas chinas (Spence, 1998, p. 13). Con el avance del marxismo en los años veinte, crecieron asimismo las traducciones de obras soviéticas, muchas de las cuales se tradujeron no de primera mano sino a partir de traducciones previas hechas al japonés. En el ámbito de la literatura, el contacto con la tradición intelectual francesa tuvo una fuerte impronta gracias a la traducción de poesías y novelas tanto del realismo francés como del romanticismo.

Uno de los mayores traductores de este período fue el escritor Lu Xun (1881-1936), considerado como el padre de la literatura moderna en China, quien introdujo obras de Nikolái Gogol, Georgi Plejanov, Anatoli Lunacharski, así como de muchos otros autores japoneses, polacos y húngaros. Uno de sus trabajos más influyentes fue una colección de traducciones publicada en 1909 con el título Antología de ficción extranjera (Yuwai xiaoshuo ji). Lu Xun no sólo tradujo un importante número de obras literarias al chino sino que también apoyó el trabajo de otros traductores como Yu Dafu (1896-1945) quien tradujo al chino la obra de Rousseau, y de escritores como Guo Moruo (1892-1978) quien tradujo a Goethe a la lengua vernácula (Davies, 2013).

Es posible señalar en este punto el carácter singular de las traducciones que, al introducir en este tiempo nuevos modos de ver, pensar e interpretar el mundo, operaron como instrumentos prácticos del lenguaje tanto escrito como hablado, favoreciendo la renovación de ideas, impulsando el cambio social y acercando nuevas perspectivas para el diálogo recíproco entre culturas. Estos ejemplos de un momento prolífico de traducciones, las cuales marcaron indudablemente un clima de época, nos conducen a pensar en las diferencias y semejanzas que plantea otro contexto de contacto e intercambios esta vez, en la transición entre fines del siglo XX y principios del siglo XXI, entre China y América Latina.

4. El avance en las traducciones literarias y sus implicancias para la relación entre China y América Latina

Tras haber recuperado la experiencia temprana de aquellos primeros contactos entre lenguas, apropiaciones y creaciones de nuevos sentidos en la China de principios de siglo XX, nos acercamos de manera diacrónica al panorama contemporáneo de las traducciones entre el idioma chino y el español. En efecto, en las décadas recientes la relación económica, comercial y diplomática cada vez más estrecha entre los países de América Latina y China ha generado interés mutuo e importantes intercambios en el campo literario y académico, así como nuevos impulsos en los circuitos del mercado editorial de ambas regiones.

La traducción de autores latinoamericanos en China ha avanzado progresivamente en los últimos cuarenta años de la mano del creciente interés por los estudios filológicos y literarios en lengua española (Lou, 2017). Previamente, algunos viajes emblemáticos a China por parte de escritores como Pablo Neruda, Jorge Amado, Nicolás Guillén y Miguel Ángel Asturias lograron iniciar un camino de intercambios literarios que, aún con intermitencias en las décadas del sesenta y setenta, mantiene relevancia e interés. Si bien en la década del cincuenta las obras de Neruda y Amado fueron traducidas indirectamente al chino del inglés o del ruso, la creación posterior de espacios académicos en las universidades para la formación de profesores de idioma y traductores de habla hispana favoreció de manera sostenida aunque paulatina la traducción directa. Fueron pioneras en los estudios de filología hispánica la Universidad de Pekín, la Universidad de Nanjing, la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghai, la Universidad de Estudios Internacionales de Guangzhou y la Universidad de Estudios Internacionales de Xi´an, entre otras (Hou, 2016). Asimismo, las becas para estudiar español en la Universidad de La Habana ofrecidas por el gobierno cubano desde 1962 favorecieron los viajes de académicos y profesores chinos que dieron a su regreso un significativo apoyo a las traducciones directas.

Aunque durante los años críticos de 1966 y 1971 durante la Revolución Cultural no prosiguió la traducción de obras literarias extranjeras en China, la llegada de los años ochenta inauguró un período de florecimiento tanto en los estudios y en la traducción como en la recepción de literatura hispanoamericana en el país. Este interés posibilitó la apertura de nuevas líneas editoriales para traducir a autores latinoamericanos con reconocimiento internacional, como Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Mariano Azuela, José Lezama Lima, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Precisamente, el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura en 1982 al autor de Cien años de soledad, cimentó la vía hacia las traducciones de muchos otros escritores asociados al “boom” de la literatura latinoamericana y con una importante repercusión popular, como Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes, José Donoso, Jorge Amado, entre otros (ibid., p. 38). En este marco, también, la impronta estética del realismo mágico ejerció una notable influencia en autores chinos como Ma Yuan, Su Tong y Ge Fei.

La editorial Yunnan People´s Publishing House fue, asimismo, pionera en la publicación de colecciones completas de literatura latinoamericana llegando en los años ochenta y noventa a publicar en diferentes series a un número importante de autores contemporáneos destacados de Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, México, Colombia, Perú, Cuba, Nicaragua y Guatemala (Ayén, 2014).

Traductores de enorme prestigio en China como Wang Yangle, Chen Kaixian y Lin Yian han generado también un fenómeno de peculiar interés en torno a la obra de Borges, al dedicar cada uno rigurosos proyectos de traducción de su obra completa. En 1999, el autor argentino se convirtió en el primer escritor latinoamericano cuya obra fue traducida completamente al chino, acrecentándose hasta la actualidad el interés por su narrativa entre los lectores chinos (Lin & Xu, 2001).

Un hito importante también para la envergadura de las traducciones realizadas recientemente fue la publicación en el año 2008 de la gran novela de Julio Cortázar, Rayuela. Si bien una primera versión había sido publicada ya en la década del noventa, en esta segunda ocasión la recepción fue más amplia dado que en los últimos diez años ha crecido en China el interés por ciertos autores considerados “clásicos contemporáneos”, tal es el caso también del escritor chileno Roberto Bolaño, cuyas novelas más importantes fueron traducidas entre 2009 y 2015, suscitando desde entonces la atención tanto del público como de ciertas casas editoras de prestigio. El espíritu rebelde presente en la prosa de Los detectives salvajes causó gran empatía por la obra de Bolaño entre los lectores chinos más jóvenes. Lo mismo podría decirse, en términos de inspiración para las nuevas generaciones, en el caso de la buena recepción que han tenido en China las obras traducidas del célebre autor uruguayo Eduardo Galeano (Martínez & An, 2015). De manera reciente, se han traducido también obras de otros narradores contemporáneos como los argentinos César Aira, Manuel Puig y Ricardo Piglia, el chileno Alejandro Zambra y el peruano Santiago Roncogliolo, entre otros (Hou, 2016).

Aunque la potencialidad del crecimiento de los trabajos de traducción literaria en China es clara y notable en la actualidad, aún su difusión -más allá de los autores del “boom” latinoamericano que impactó en los años ochenta- es limitada y minoritaria. La escasez de traductores de español dedicados exclusivamente a campo de los estudios literarios sigue constituyendo un límite para avanzar hacia un diálogo más complejo con la contemporaneidad de ambas regiones. Asimismo, aún el interés por las literaturas hispánicas es menor al que despierta entre los estudiantes chinos la literatura en habla inglesa, algo que marca significativamente la inclinación que ha seguido la “internacionalización” de las últimas décadas en las universidades chinas.

Por su parte, algunos autores chinos contemporáneos han emergido con fuerza en el escenario de la literatura a nivel global, encontrando gran avidez por sus obras traducidas al español entre los lectores latinoamericanos. Desde fines de la década del ochenta, se han traducido obras de escritores de gran relevancia como Lu Xun, Xiao Hong, Ding Ling, Shen Congwen, Mo Yan, Yan Lianke, Wang Anyi, Zhang Ailing, Liu Qingbang, Dai Jinhua, Gao Xingjian, Ah Yi y Mai Jia, entre otros. Si bien muchas de estas traducciones han sido indirectas, del inglés al español, un impulso creciente por conocer de primera mano las fuentes escritas ha favorecido el vuelco hacia las traducciones directas, sobre todo en España, que encabeza la lista de países de habla hispana donde más se traduce al chino, con notables traductores como Blas Piñeiro Martínez, Tyra Diez y Taciana Fisac. En América Latina, aunque aún es incipiente y escasa la labor de interpretación y traducción literaria, es de destacar el carácter innovador de las selecciones, así como la sutileza y excelencia alcanzadas por los trabajos de Liljana Arsovska en México y de Miguel Ángel Petrecca en Argentina.

Entre las editoriales chinas que han apoyado la difusión de estas traducciones literarias al español se destacan, tanto por su reconocimiento local como por la capacidad de llegada a nivel internacional, China Intercontinental Press (Wuzhou Chuanbo Chubanshe), People´s Literature Publishing House (Renmin Wenxue Chubanshe), Shanghai Foreign Language Education Press (Shanghai Waiyu Jiaoyu Chubanshe)y la clásica, Ediciones en Lenguas Extranjeras (Waiwen Chubanshe). En el ámbito iberoamericano, algunas casas editoriales como Bellaterra, Hiperión, Kailas y Seix Barral de España, merced a las traducciones, han logrado sentar bases firmes para la difusión más extensa de la literatura contemporánea china. Lo mismo puede afirmarse, aunque a una escala menor, en relación a las iniciativas de la editorial Adriana Hidalgo en Argentina y a las publicaciones de poesías, novelas y cuentos de autores chinos auspiciadas por El Colegio de México.

Conclusiones

Las tendencias favorables a la recepción y circulación de nuevos conocimientos sobre China en América Latina, y sobre América Latina en China, así como las disposiciones institucionales que han sostenido durante los últimos años el intercambio cultural entre ambas regiones, auguran una proyección en el ámbito académico, literario y artístico cada vez mayor y más amplia. En este proceso, de ritmos lentos pero de alcance constructivo y transformador, hemos visto que es ineludible la relevancia que cobra la búsqueda de diálogo y comprensión recíproca, a partir del trabajo sutil con el lenguaje y en particular, a partir de la traducción entre lenguas.

Recuperar la experiencia histórica de aquellos primeros contactos y traducciones que, como vimos, ayudaron a construir lazos de cercanía y comprensión entre culturas diversas nos brinda la posibilidad de seguir pensando en el lenguaje y en los intercambios literarios como instancias mediadoras y significantes en el proceso de conocimiento del otro, puentes infinitamente valiosos, en favor del respecto por las singularidades y del aprendizaje a partir de la diversidad. Sobre ese horizonte se alinean los proyectos de cooperación e intercambio entre China y América Latina que actualmente buscan, más allá de los imperativos diplomáticos, económicos y comerciales, un entendimiento mutuo más profundo y una circulación de ideas más rica en sentidos.

Biografía

Bibliografía

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