La globalización y el Estado: ¿Qué pueden aprender los gobiernos del modelo chino?

|

Resumen


Durante la primera etapa de la globalización, se cuestionó el rol del Estado en la economía.  Sin embargo, la emergencia de China como actor internacional refuerza la función del sector público para fijar pautas, establecer objetivos a largo plazo y asegurar la competitividad. Una nueva etapa de la globalización implica políticas eficaces que fortalezcan el desarrollo de los países.

Suele afirmarse que la caída del Muro de Berlín, en 1989, significó el fin de la Guerra Fría y la extensión del comercio a nivel internacional. Junto con el derrumbe de la Unión Soviética, más de la mitad del planeta se incorporó a un nuevo ecosistema de producción, intercambio y consumo. Si bien las reformas coincidieron con procesos previos y de larga data (como las transiciones a la democracia en Sudamérica, la integración europea y la apertura de Deng Xiaoping en China) fue en los noventa que cristalizó una idea motriz: el planeta como una entidad económica integrada.

Conviene analizar cuáles fueron las implicancias de la globalización, ahora que ha sido puesta en duda en el lugar de origen. Las medidas de Donald Trump amenazan con iniciar (o ya iniciaron) una guerra comercial y el nacionalismo proteccionista hace temblar a la Comunidad Europea. Los aranceles aprobados por el gobierno de Estados Unidos gravaron con un 25 por ciento al acero importado y con un 10 por ciento al aluminio, dos productos estratégicos para la producción y la infraestructura. Esta decisión no sólo afecta directamente a los principales productores, como China, Alemania y Japón, sino también a la Argentina, que el año pasado exportó materiales por un valor de 722 millones de dólares a los Estados Unidos.

Hace treinta años, nadie hubiera sospechado la resistencia norteamericana y el rol que iba a cumplir China apenas dos décadas después. Si se piensa a nivel planetario, la globalización arroja un saldo favorable en aspectos fundamentales como el crecimiento de la clase media y la reducción de la desigualdad.

Una publicación de las Naciones Unidas permite observar la profundidad de las transformaciones que se experimentaron desde fines de los ochenta. En tan sólo dos décadas la cantidad de mano de obra disponible a nivel mundial se cuadruplicó, principalmente por la incorporación de los países asiáticos. Entre 1980 y 2005, la fuerza laboral pasó de 500 a 2.100 millones de personas a un ritmo sin precedentes en la historia[1]. En contra de lo que se cree, esta situación no disminuyó los sueldos reales en el mundo desarrollado. Más bien, crecieron a un ritmo del 60 por ciento en el mismo periodo.

Desde el 2004, la clase media mundial se duplicó. El porcentaje más notorio lo ocupa China por sus dimensiones poblacionales. Se calcula que entre 500 y 600 millones de personas salieron de la pobreza. En una ciudad como Shanghái (polo de desarrollo en la costa Este), más del 55 por ciento de los habitantes gana entre 7 y 15 mil dólares anuales, cuando hace quince años un tímido cuatro por ciento lo hacía[2]. Se trata del cambio social más radical y numeroso que se haya experimentado desde la era moderna, apenas comparable con el despliegue de Europa Occidental y Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien la brecha entre ricos y pobres creció dentro de las economías desarrolladas, la desigualdad a escala mundial se redujo considerablemente. Estos resultados fueron estudiados por el economista francés Thomas Piketty y, para algunos investigadores, fundamentan la aparición de los candidatos nacionalistas en Europa.

En varios sentidos, la globalización ha sido exitosa. No solo al momento de multiplicar las oportunidades, el acceso a bienes de consumo y los recursos de amplios sectores de la población, sino también como una trama de pensamiento. Fue capaz de extender un conjunto de pautas en sociedades distintas, culturas disímiles y tradiciones políticas que se contraponen. Los aranceles de Donald Trump, más que criticar el rol del comercio internacional, cuestionan uno de los fundamentos ideológicos de la globalización: el rol del Estado y el gobierno.

Desde su primera etapa, el fenómeno global coincidió con un amplio descrédito del rol del Estado sobre la economía. En América del Sur, esta premisa fue llevada a su máxima expresión. El modelo desarrollista de los años cincuenta y sesenta fue considerado obsoleto y, durante la apertura, el esfuerzo se dirigió a disminuir el sector público, visto como ineficiente y deficitario. Toda forma de intervención (incluso aquellas que resultaban positivas o estratégicas) cayó en descrédito.

En su libro Breve Historia del Neoliberalismo, elteórico inglés David Harvey relaciona la apertura de Deng Xiaoping en China con las medidas económicas que se tomaron en Chile o Argentina durante los gobiernos dictatoriales. Estos países compartieron el contexto histórico, la transformación del sistema mundial que se extendía por latitudes distintas. Sin embargo, los sentidos y la direccionalidad del proceso fueron francamente opuestos.

La diferencia fundamental fue y es el rol del gobierno en las políticas de desarrollo. Mientras en Occidente se impulsaba un Estado débil como requisito para el crecimiento económico, en el extremo asiático se realizaban experimentos que amoldaban el sector público a la siguiente etapa. Si bien la inversión extranjera (y privada) fue uno de los factores sustanciales para el desarrollo chino, el Estado intervino para dar una direccionalidad, asegurar los pilares que sostenían su economía y potenciar el desarrollo.

La coordinación china de los distintos niveles del Estado (municipio, provincia y nación) contribuye a los objetivos globales a través de los planes de cinco años. El Estado mantiene la propiedad de sectores estratégicos, como el petróleo, el gas, la electricidad, los trenes y la banca, que refuerzan, lejos de disminuir, la capacidad de los actores privados. No es el bajo costo de la mano de obra lo que caracteriza a China (o por lo menos, no en los últimos años), sino la capacidad del Estado para intervenir de un modo eficiente.

El sector público tiene una alta participación de la inversión que realiza el gigante asiático en el extranjero: casi un 84 por ciento de las empresas que invierten en el exterior son de propiedad estatal[3]. De hecho, la estrategia go global (zou chu qu) de las empresas chinas está apoyada por un programa gubernamental, que establece prioridades, fija objetivos y da incentivos para la inversión.

Este modelo de Estado se repite a lo largo de Asia Pacífico con sus variaciones, desde Japón hasta Corea del Sur. De hecho, una ciudad hipercompetitiva como Singapur tiene un sistema estatal que dirige la economía a través de incentivos, políticas educativas y fiscales.

Como sugiere el investigador mexicano Enrique Dussel, las estrategias de desarrollo del gobierno pekinés obligan a revisar los presupuestos que se tienen sobre el Estado y el sector público. Esta revisión se torna una necesidad, si se piensa que China es el primer inversor en América Latina (con un flujo anual de 10 mil millones de dólares[4]) y las empresas públicas tienen lógicas y funcionamientos distintos a las privadas.

Cuando se afirma que la globalización ha entrado en una crisis, suele olvidarse que hay distintas formas de ser globalizado y distintas posiciones que pueden ocuparse en el sistema. En la mayoría de los casos en los que se cuestiona el comercio internacional, la pregunta afecta al lugar del Estado en la economía. La globalización parece ser un dato de la realidad, una descripción del modelo contemporáneo en el cual se consume y se produce, no así la capacidad de los gobiernos para fijar pautas, direccionar la economía y contribuir al desarrollo. En este sentido, la emergencia china como potencia internacional implica una nueva etapa de la globalización, una en la cual el Estado tiene un rol preponderante.  .

Biografía

Referencias

[1] Naciones Unidas, Estudio Económico y Social Mundial, Nueva York, Organización de las Naciones Unidas, 2010. Disponible en URL: http://www.un.org/es/mdg/summit2010/pdf/overview_sp.pdf consultado el 22 de marzo de 2018.

[2] “Seventy percent of people in Shanghai middle-income earners”, China Dayly, octubre de 2016. Disponible en URL: http://www.chinadaily.com.cn/china/2016-10/13/content_27053755.htm consultado el 22 de marzo de 2018.

[3]  Enrique Dussel Peters y Ariel Armony (coord.), Beyond Raw Materials. Who are the Actors in the Latin America and Caribbean-China Relationship?, Buenos Aires, RED ALC-CHINA, Friedrich Ebert Stifung y Universidad de Pittsburgh/Latin American Studies, 2015, p67.

[4] David Dollar, China’s Investment in Latin America, Washington, The Brookings Institute, 2017, p. 5.