Conexiones entre las antípodas: los efectos económicos de la Ruta de la Plata de China en Salta

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Resumen

Este artículo pone en relación la demanda de plata en la China Imperial con el crecimiento económico del área surandina entre fines del siglo XVII y fines del siglo XVIII. Se observa como las decisiones en una geografía afectan a la otra, simultáneamente a la formación de un sistema mundial de comercio. De hecho, la etapa de mayor tráfico por el océano Pacífico coincide en el tiempo con el crecimiento poblacional y económico de la ciudad de Salta.

Desde su fundación en 1586 hasta fines del siglo XVIII, la ciudad de Salta experimentó un crecimiento económico y poblacional que la colocó entre las ciudades más destacadas de lo que hoy compone el territorio argentino. Una posición estratégica, rodeada de montañas en un valle fértil, a mitad de camino entre Buenos Aires y Potosí hizo que los comerciantes venidos de España y Perú se instalaran en la región.

Viajeros y mercaderes que visitaron Salta durante los primeros años después de la Revolución de Mayo dejaron testimonio de la sorpresa que producía ver la ciudad. Edificios de dos plantas, un cabildo de amplias dimensiones, iglesias decoradas con esmero quedaron como testimonio de una pujanza que Salta supo tener a fines del periodo colonial.

Los primeros censos realizados a mediados del siglo XVII arrojaron que la población salteña era la tercera más numerosa de las jurisdicciones al sur del Altiplano. Mientras que Buenos Aires como “gran aldea” contaba con 12 mil habitantes y en Córdoba se paseaban siete mil personas, Salta era el mercado más activo de la Gobernación del Tucumán en donde cuatro mil individuos tenían asiento fijo. Se encontraban allí productores venidos del Alto Perú, del sur como Santiago del Estero y Córdoba o el oeste, La Rioja. Un comerciante francés que visitó la ciudad en 1650 anotó que se trataba de un punto donde confluían distintas latitudes:

“Es un lugar muy concurrido en razón del considerable comercio que tiene en maíz, carne, ganado, vino, carne salada, sebo y otras mercaderías, con los cuales trafican con los habitantes del Perú” (Ascarette du Biscay en Altuna: 2004).

Como señala la historiadora Sara Mata (2012), el periodo de mayor crecimiento se registró a partir de la reactivación del comercio por el océano Pacífico (a través del comercio francés de contrabando) y el perfeccionamiento de la extracción minera en el Alto Perú (sobre todo el desarrollo del método por amalgama con mercurio). A partir de 1700, el Valle de Lerma se especializó en la cría de ganado, especialmente, mulas y vacas.

De hecho, se generó un sistema de producción extendido desde las llanuras de Córdoba y Buenos Aires, dedicadas a la crianza del ganado, y los valles del norte, donde los animales pasaban el invierno antes de ser vendidos. A cincuenta quilómetros de la ciudad de Salta, se encontraba la feria de mulas que según algunos registros de la época fue la más importante de América del Sur.

Esta etapa de bonanza económica se debió en gran medida a la explotación minera en el Alto Perú. El Cerro Rico del Potosí era el punto de mayor concentración de plata en el planeta. Por eso, el descubrimiento por parte de los españoles en 1545 generó una verdadera explosión poblacional, que en apenas diez años registró más de 2 mil españoles y 12 mil indios esclavos que se habían instalado allí. En un terreno pobre cercado por un desierto se fundó la Villa Imperial. La minería demandaba un conjunto de recursos, no sólo para asegurar la extracción del metal, sino también para la supervivencia de la población.

Fuente:  M. Bonialian, El pacífico hispanoamericano, Política y comercio asiático en el imperio español (1680-1784), México, 2012, El Colegio de México. 27 p.

Después de un periodo de estancamiento a mediados del siglo XVII (generado por las convulsiones en la metrópoli española) Potosí se convirtió en el mayor proveedor de plata a nivel global a principios de 1700. Se calcula que en su punto más alto la Villa Imperial generaba el 60 por ciento de la plata disponible a nivel mundial. Según las estimaciones del especialista norteamericano H. Cross, la mina de Zacatecas en México y Potosí produjeron entre los siglos XVI y XVIII el 89 por ciento de las reservas de plata de la que disponía el sistema mundial (Brading y Cross, 1972). En un momento histórico, cuando el cambio de monedas se asentaba en la relación oro y plata, este recurso era estratégico.

El desarrollo de la minería Alto Peruana, la autorización a traficar esclavos desde Buenos Aires y la fuerte demanda a escala global hicieron que Potosí se transformara en una de las ciudades más grandes del siglo XVIII. Con una población estimada de 150 mil individuos se encontraba a la par de la capital imperial, Madrid, y superaba otras metrópolis europeas como Londres o Milán.

La vida y la producción en Potosí requerían una gran cantidad de recursos que no podían ser abastecidos por la región donde se instalaba, situación que generó el desarrollo de un sistema de tráfico y circulación intercolonial. De hecho, el investigador Gabriel di Meglio reconoce que los territorios argentinos desde el norte hasta Buenos Aires crecieron a la sombra de la Montaña de Plata. La madera provenía de Tucumán, los alimentos y manufacturas como telares de Córdoba, las mulas nacían en el centro del país y, luego, eran comercializadas en Salta.

Para algunos autores como Flynn Dennis (2003), la circulación de la plata gestó la primera expresión de un comercio a escala mundial que incorporaba América, España como intermediario y los polos de producción en China o la India. En la historiografía clásica sobre el mundo colonial, suele mencionarse que el destino final de la plata  americana era Europa. Sin embargo, estudios recientes muestran que la demanda debe ser buscada en el Extremo Asiático.

En efecto, las conexiones entre el mundo hispano y China fueron fluidas desde los orígenes de la colonia. En 1583 se abrió una vía directa que transitaba a través del Pacífico desde la Nueva España hasta Cantón, pasando por Manila. Si bien las vías comerciales que surcaban desde México o Perú hacia el Reino del Centro fueron numerosas, a través de los canales indirectos (ingleses, holandeses y portugueses comerciaban con plata de las Indias) que la mayor parte de la plata americana llegó a los puertos chinos. Se calcula que en el punto más alto de circulación comercial China adquirió el 50 por ciento de la plata que producían en México y el Alto Perú.

Esta circulación generó el primer circuito global, que en los términos del historiador Immanuel Wallerstein, formaron un sistema mundial integrado. De hecho, China y la India fueron hasta la Revolución Industrial inglesa los principales polos de manufacturas, no sólo de productos suntuarios como sedas, porcelanas y especias, sino también bienes de consumo como cerámicas y telas de uso diario.

Las mercancías del Extremo Asiático se negociaban a cambio de monedas de plata, debido a una serie de factores que se verá a continuación. La demanda china explica porque se dio la repentina necesidad de este recurso a nivel mundial, más allá de la pretensión de las coronas europeas de acumular reservas. En efecto, el historiador español Juan José Rivas Moreno rastrea los efectos del descubrimiento de América en China, desde el esplendor de la dinastía Ming (y su decadencia) hasta el despliegue poblacional al principio del reinado de los Qing. Demuestra que la plata americana fue uno de los factores que le otorgaron estabilidad y crecimiento al Extremo Asiático.

Esta investigación busca poner en contacto la extensión del comercio intercolonial que abarcaba desde Salta hasta el puerto del Callao con la formación de un sistema mundial de circulación de la plata. A través de los eventos sociales y las decisiones económicas que se tomaron en el Imperio Chino, se observan las repercusiones que tuvieron del otro lado del mundo. Por último, se concluye el lugar que ocupaba la región Sur Andina en la llamada Ruta de la Plata.

China y el comercio de plata americana

Es necesario comprender cuáles fueron las razones que transformaron a China en el destino final de la mayor parte de la producción minera de la América hispana. Luego de sufrir una profunda volatilidad del papel moneda a fines del siglo XIV, durante la decadencia de la dinastía Yuan, que rigió China entre 1279 y 1368 D. C., el gobierno imperial aplicó una serie de medidas que buscaban estabilizar el pago de impuestos, el comercio interior y las relaciones con el extranjero.

La dinastía Ming (casa regente que surgió a partir de una revuelta campesina y que dirigió los destinos del imperio desde 1368 hasta 1644) supo ser uno de los periodos de mayor estabilidad política, desarrollo cultural y económico. En 1580, se instituyó un pago único de impuestos sobre la base de la población y terreno cultivado. El régimen conocido como Yi tiao bian fa (“un solo latigazo”) simplificaba la compleja trama de tarifas, basadas en arroz y cuotas laborales, con un solo pago en plata.

Este cambio en el sistema de financiación significó una demanda creciente de este metal, cuyo origen provenía, en un primer momento de Japón, y luego de la América española. La instalación de un puesto comercial portugués en Macao y la fundación de Manila, capital de la colonia española de Filipinas, en 1551 y 1571 respectivamente, coinciden en el tiempo con esta demanda de metales preciosos para financiar la moneda china.

Los portugueses a través de Macao y holandeses desde Malacca traficaban la plata nipona a cambio de sedas y porcelanas que exportaban de nuevo a Europa. Manila se transformó en la receptora de convoys de la plata americana a través de la Nao de China, que seguían su curso hacia Cantón donde se abastecían de productos para revender en Acapulco.

A fines del siglo XVI, la relación de cambio entre plata y oro duplicaba en el extremo asiático la capacidad adquisitiva en Europa. En China, la relación era 1 a 6 mientras que en España alcanzaba 1 a 12,5 (Bonialian, 2012). Eso quiere decir que cada onza de oro valía el doble de plata en Madrid de lo que valía en Cantón. Los comerciantes europeos utilizaron la alta demanda china, como una ventaja para adquirir bienes manufacturados que se producían más barato en Asia que en los talleres europeos.

Cuando el gobierno Tokugawa de Japón prohibió comerciar con los extranjeros en 1638 (entre otras razones, debido a que sus reservas daban signos de agotamiento), América se transformó en la principal y casi única fuente de ingresos de un recurso necesario para la circulación monetaria en China.

De hecho, Jack A. Goldstone (1988) menciona que la falta de acceso a los metales preciosos fue uno de los factores que desencadenó la crisis de la dinastía Ming. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que se libraba en los territorios de Europa Central que controlaba la corona de Castilla, tuvo repercusiones del otro lado del mundo. El enfrentamiento entre protestantes y católicos condicionó el comercio asiático (en ese momento dominado por Holanda) y puso en jaque el acceso a un recurso estratégico por parte de la dinastía Ming. La guerra en Europa sumada a un periodo de malas cosechas significó una crisis social y política que sacudió al Reino del Centro.

Las tribus manchúes en el Norte, primero aliadas y luego enemigas de los Ming, cruzaron la Gran Muralla, invadieron el imperio y reclamaron el “Mandato del Cielo”. Fundaron así una nueva casa dinástica que tomó el nombre Qing. Pese a la crisis y la guerra civil, la mayoría de las instituciones y marcos legales se mantuvieron en pie como, por ejemplo, el canon de plata utilizado para cobrar impuestos.

Luego del cambio dinástico, China vivió un periodo de expansión poblacional. De hecho, Michael Dillion apunta que el número de habitantes pasó de 50 millones a mediados del siglo XVII a 300 millones a fines de XVIII. Las razones de aquella explosión demográfica todavía son objetos de debate. Algunos investigadores destacan que las nuevas técnicas de siembra, la incorporación de cultivos de origen americano (como la papa capaz de sobrevivir en terrenos poco fértiles) y una balanza de comercio positiva con las coronas europeas explican el crecimiento poblacional y económico que gozó China hasta fines de 1700.

En el mismo periodo, el tratado de Westfalia normalizó la situación europea, el descubrimiento del método por amalgama de mercurio perfeccionó la extracción de la Plata y se abrieron vías de comercio directo entre China y el Imperio español. Gungwu Wang y ‎Chin-Keong Ng (2004) observan que el comercio entre Cantón y Filipinas comenzó en 1590 y se profundizó a partir de 1674. Los autores calculan que, todos los años, uno a cuatro barcos partían cada año de las costas americanas con dirección a Manila. La capacidad iba de 1.700 a dos mil toneladas cargados de plata en la costa que intercambiaban por sedas, telas, porcelanas, cerámicas y hasta muebles (Bonialian, 2012).

Un administrador colonial de la época, Antonio de Morga, dejó un testimonio sobre la vivacidad del comercio chino en Filipinas:

“El precio de ordinario de las sedas crudas y tejidas y manterías, que es lo más grueso que traen, se hace despacio y por personas que lo entienden, así por parte de los españoles como de los sangleyes (chinos en Manila) y lo que se les da por ellas es plata y reales, que no quieren oro ni otros algunos rescates y se lo llevan de vuelta a la China” (citado en García, 2012).

Si bien el comercio directo representó en su punto más alto el tráfico de más de un 15 por ciento de la plata americana con destino al Cantón, el comercio indirecto lo duplicaba. Europa compraba de bienes de consumo (principalmente, especies, seda, porcelana y cerámica) en el Extremo Oriente con un pago que se realizaba en pesos de plata.  Por ejemplo, la Compañía de las Indias Orientales británica realizaba todos sus pagos, exclusivamente con pesos acuñados en la Casa de la Moneda mexicana.

A lo largo del siglo XVII y XVIII China siguió con un cambio más ventajoso que en Europa. Hacia fines del siglo XVIII, cada onza de oro en Cantón compraba 10 onzas de plata, mientras que en las capitales europeas equivalía a 15 onzas.

Las diferentes tasas de cambio, el consumo europeo de bienes manufacturados y el sistema tarifario basado en metal transformaron a China en el principal destino de la plata americana hasta la Revolución Industrial trastocó el intercambio a través del océano Pacífico. En efecto, el historiador español Juan José Rivas Moreno señala que por las vías directas e indirectas China llegó a poseer el 50 por ciento de los lingotes extraídos de México o Alto Perú.

Las Rutas de la Plata: el comercio americano con el Imperio Chino

Durante el periodo colonial, la relación comercial entre América y España se formalizó a través de la Casa de Contrataciones que monopolizaba el tráfico indiano. A través del puerto de Sevilla, y luego el de Cádiz, los circuitos comerciales mantenían la exclusividad con la metrópolis. Los puertos autorizados a comerciar eran restringidos a unos pocos como Veracruz, Cartagena, Portobelo y el Callao en Perú. Rápidamente, las demandas de la colonia superaron con creces la capacidad de la metrópolis para proveerlas, generando así canales de contrabando.

El primer contacto comercial entre América y China fue en 1583, cuando el primer barco proveniente de la capital de la colonia española en Filipinas echó sus anclas en el puerto mexicano de Acapulco. Quedó, así, abierto un canal comercial que se denominó el galeón de Manila o la contratación de la China. Este flujo mercantil fue tan intenso que se calcula que más de cien galeones lo transitaron en un periodo de 250 años.

Como capital de la colonia española en Filipinas, Manila funcionaba como punto de confluencia de productos de origen diverso, principalmente del Cantón, el sur de China y la India. El tráfico hacia las Indias Orientales se extendía por cinco o seis meses, debido a las paradas intermedias en Tierra Firme (actual, Panamá) o el Callao. El puerto de Acapulco funcionaba como primer arribo de un derrotero comercial que abarcaba hasta el extremo sur de la colonia.

Los barcos que provenían de China fueron tan numerosos que el gobernador de Panamá, Francisco Valverde, envió una serie de correspondencias a la corona madrileña llamando la atención en 1605 de la “pérdida de plata” que significaban para la corona madrileña.

A partir de 1640, la hegemonía española en el mar atlántico fue decreciendo ante los rivales europeos (Holanda, Inglaterra y Francia). Por eso, en los siglos XVII y XVIII floreció una red de circulación interamericano que conectaba los extremos de México a Chile. Los estudios de Mariano Bonialian destacan la participación de comerciantes de origen novohispanos en el tráfico de artículos chinos.

De hecho, en el puerto panameño de Portobelo funcionaba la feria desde donde partían los convoyes hacia el Callao peruano. Este contorno, a su vez, marchaba en sentido inverso: la plata potosina partía en mulas hacia Perú donde se embarcaba a Tierra Firme y de allí, las opciones se multiplicaban. Podían seguir su viaje hacia Sevilla o Cádiz a través del Atlántico, ser interceptada por los corsarios de las coronas rivales a España, o arribar a México.

Si bien, el Galeón de Manila fue la conexión más estable y destacada de la época entre China y la América hispana. No fue la única ruta. A partir de 1694, la corona española autorizó las operaciones de comerciantes franceses (durante el contexto de la Guerra de Sucesión) en sus territorios americanos. Debido a la fuerte presencia inglesa en el Caribe, los barcos galos se encaminaron hacia América del Sur. Durante las primeras décadas del 1700 la reactivación del comercio del Pacífico, sobre todo en el puerto del Callao, Arica y Santiago de Chile, reavivó la economía de Buenos Aires y las provincias que hoy componen el Norte Argentino.

Según los estudios de Bonialian, el comercio francés de la época cruzaba el Océano Atlántico hacia el puerto de Buenos Aires, donde vendía productos franceses a cambio de plata. Luego de cruzar el Cabo de Hornos, se realizaban paradas en Chile y Perú para luego emprender viaje hacia Manila o el Cantón. Allí, adquirían productos chinos, que iban desde telas o especias hasta muebles y mobiliario, para revenderlos del otro lado del Pacífico.

Esta ruta resultó ser tan eficiente, que dio lugar a la Compagnie de la Chine francesa. A partir de los análisis de las fuentes de las Audiencias Coloniales, Bonialian enumera 35 buques que realizaron el trayecto El Callao-Filipinas-Cantón entre 1694 y 1725. Sin embargo, sus estudios están centrados en barcos incautados o descritos al pasar por fuentes coloniales lo cual vuelve imposible determinar la extensión efectiva de este trayecto (Bonialian, 2012). Aun así, las fuentes referidas representan un tercio de los barcos declarados que surcaron el eje Acapulco-Manila, número que representa la extensión de la ruta comercial.

En 1770, las reformas borbónicas liberalizaron el comercio americano en un intento por modernizar el Imperio Español. Sin embargo, otro fenómeno en paralelo pondría en cuestión la circulación de bienes a través del Pacífico. La Revolución Industrial Inglesa, paulatinamente, socavó los vínculos entre América y la China imperial como también el comercio interindiano, ya que los productos manufacturados no podían competir contra las primeras factorías.

Palabras finales. Una reflexión sobre la posición de Salta en el primer circuito mundial del comercio.

Tal como señala Sara Mata en su libro Los Gauchos de Güemes, la reactivación del comercio por parte de los franceses, a principios del siglo XVIII, significó una etapa de crecimiento de una clase terrateniente y comercial en Salta. La posición estratégica del Valle de Lerma la transformó en un polo ganadero para el abastecimiento de la minería altoperuana.

De hecho, Salta se ubicaba como la ciudad más floreciente de la región del Tucumán y una de las más destacadas del territorio argentino. La feria de mulas atrajo a un grupo de comerciantes de Cádiz que hicieron fortuna con rapidez y llegaron a tener vínculos con la Casa de Contrataciones metropolitana. La tracción del Potosí se tradujo en una creciente demanda de recursos para la extracción de plata que mayormente tenía un destino final en Cantón.

La Ruta de la Plata podría ser pensada como la primera formación de un circuito global de comercio que conectaba Asia y América. A través de canales directos e indirectos, la demanda china de metales devino en una carrera por los recursos, ya que Europa obtenía productos manufacturados y bienes de consumo en el Extremo Asiático. Si bien desatendida por la historiografía clásica, los vínculos a través del Pacífico fueron fluidos y constantes.

En este concierto internacional, Salta tuvo un primer momento de expansión que no volvería a ser alcanzado hasta muchos años después de obtenida la independencia. De hecho, el cambio del eje comercial desde el Pacífico hacia el Atlántico empobreció a las regiones del norte argentino. Es así, como las casas de balcones, las iglesias y galerías coloniales son testimonios de una etapa que el sistema internacional gravitaba en el océano Pacífico.

Biografía

Bibliografía

  • Acarette du Biscay citado en E. Altuna, “Acarette du Biscay: los vulnerables límites del Imperio”, Revista de Crítica Literaria latinoamericana, Lima-Hanover, 2004, RCLL.
  • García, “Los chinos y el modelo colonial español en filipinas”, Cuadernos de Historia Moderna, Córdoba, 2011, Universidad de Córdoba. 223p.
  • D. Brading y H.Cross, «Colonial Silver Mining: México and Peru», Hispanic American Historical Review, Duke, 1972, Duke Press. 52-4.
  • F. Dennis, Global Connections and Monetary History, 1470-1800, Londres, 2003, Routledge.
  • Jack A. Goldstone, “East and West in the Seventeenth Century: Political Crises in Stuart England, Ottoman Turkey, and Ming China”, Comparative Studies in Society and History, Cambrigde, 1988, Cambrigde University Press. 103-142.
  • M. Bonialian, El pacífico hispanoamericano:  Política y comercio asiático en el imperio español (1680-1784), México, 2012, El Colegio de México.
  • Wallerstein, El moderno sistema mundial II. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750, México, 1984 Siglo XXI Editores.
  • S. Mata, Los Gauchos de Güemes, Buenos Aires, 2012, Sudamericana.
  • J. J. Rivas Moreno, “El Imperio Español y la China de la Dinastía Ming, unidas por la plata”, Madrid, 2014, El mundo. URL:  http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/12/02/547dbb3e22601d1f4c8b4589.html
  • W. Gungwu y Ng ‎C., Maritime China in transition 1750-1850, Wiesbaden, 2004, Harrasowitz.